Plano secuencia

La novela negra y las brújulas del caos

Queremos vivir aclarando lo desconocido. ¿Cómo fue posible que un opaco desorden inicial derivase en una luminosa Armonía, conforme leemos en las primeras líneas de las Metamorfosis, de Ovidio? ¿Un devenir regido por dioses tutores, al igual que vemos en la película Jasón y los argonautas (Don Chaffey, 1963), en la que Hera y Zeus se entretienen con una extraña partida, tomando a héroes mitológicos como piezas en un tablero olímpico? Hasta ya en la misma Biblioteca de Alejandría se procuraba recopilar el saber sobre el enigmático orbe con la intención de comprenderlo para desenvolverse en él. ¿Tal vez suponiendo que aun el movimiento del polvo de los cielos tiene unas dinámicas, como pretendía creer Aristarco de Samos en los siglos IV-III a. C.? Y es que ese anhelo por desvelar lo oculto se refleja también en múltiples testimonios creativos, y así nos lo demuestra Woody Allen en Sueños de un seductor (Herbert Ross, 1972) con su propósito de cautivar a una joven que está mirando un intrigante cuadro de Jackson Pollock:

Woody Allen: – Es un Jackson Pollock precioso.
Chica: – Sí que lo es.
Woody Allen: – ¿Qué le sugiere a usted?
Chica: – Ratifica la absoluta negatividad del universo, el odioso vacío solitario de la existencia. La Nada. El predicamento del hombre dedicado a vivir en una desierta eternidad sin Dios, como una diminuta llamita que relampaguea en un inmenso vacío, donde solo hay desperdicio, horror y degradación, formando una inútil camisa de fuerza que aprisiona un cosmos absurdo.
Woody Allen: – ¿Qué hace el sábado por la noche?
Chica: – Me voy a suicidar.
Woody Allen: – Pues el viernes por la noche.

Aspiramos a la Luz. Entonces, no resulta raro que en épocas de enigmáticos cambios o en etapas de convulsiones extraordinarias la literatura (y sus ecos en el cine) nos alumbre como un faro. ¿No confirmar esta idea con el éxito de los libros de caballerías en la España inestable del siglo XVI? Modelos. Modelos de vida. Referentes muy útiles para aprender a «desfacer agravios y enderezar entuertos» en momentos de penumbras, según comprobamos hasta con andantes coetáneos, como el Hombre sin nombre en la Trilogía del dólar (Sergio Leone, 1964-1965-1966). ¿Y no sentir lo mismo con John Wick (John Wick. Capítulo 3. Parabellum) (Chad Stahelski, 2019), quien aparece musicado en uno de sus trailers con la canción «El sueño imposible», perteneciente a El hombre de La Mancha (Joe Darion y Mitch Leigh, 1965)? Y es que eran y nos son casos muy válidos incluso en momentos de fracaso. «¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura, / en horas de desaliento así te miro pasar! / ¡Y cuántas veces te grito: “Hazme un sitio en tu montura / y llévame a tu lugar; / hazme un sitio en tu montura, / caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura / que yo también voy cargado de amargura / y no puedo batallar!”», leemos en Vencidos (León Felipe, 1920).

¿Y no recoger aquí la misma razón para tanta popularidad de la novela negra? ¿Acaso por eso este género atrae tanto en períodos adversos? Marcos de tinta donde contemplar espacios (de ruinas personales) y tiempos (sin compás) en los que protagonistas (policías o no), como otras figuras caballerescas, emprenden con valores (o amor a la Verdad) una serie de hechos de armas (o sin ellas) realizados en particulares campos de batallas: Belleza ante Fealdad, Bien contra Mal. Los textos oscuros, entonces, se nos aparecen hoy en día como atlas narrativos para orientarnos en vitales dédalos desarticulados, incómodos, sin principios, donde la libertad, el orden, el progreso son cuestionados. Y en esos laberintos, deseamos definir tales obras como metáforas del existir actual, poéticas de un transformarse humano o vías de búsquedas iniciáticas de uno mismo. Y si no acertamos a ver soluciones con esas luminosidades de papel, muy bien podemos ir a las negruras del cine… y aprender (a tener esperanzas, al menos), al igual que hace Cecilia en La Rosa Púrpura de El Cairo (Woody Allen, 1985). El novelesco detective Sam Spade en la cinta El halcón maltés (John Houston, 1941), paradigma de héroe salvador, es magnífico patrón para identificar el material con que se forjan los sueños. Porque a pesar de desencantos o pesimismos, la Luz existe… y la literatura negra es un atractivo manual de instrucciones si ansiamos alcanzarla, una excelente bitácora para saber usar las brújulas del caos. «Anda, alégrame el día», nos animaría el inspector Callahan en Harry el Sucio (Don Siegel, 1971). Leer como camino de conocimiento, según vemos en la cinta de suspense Los tres días del Cóndor (Sydney Pollack, 1975). «Al principio era el Verbo», encontramos en San Juan, 1, 1. Todo, a una voz de distancia. Y, al final, sí, tratando de iluminar cielos y tierras, resulta que siempre volvemos a la palabra como divino Norte cardinal.

Pedro Tena Tena
Instituto Cervantes