Orbayada

Palabras encadenadas

No sé si ustedes de niños, o viajando con ellos, han jugado alguna vez a las palabras encadenadas. Esas que a veces se forman con la última silaba de la que la anteceden o, simplemente, sugieren otras con las que están relacionadas. Si ahora nos plantearemos hacerlo o hiciéramos una estadística de aquellas que últimamente más se han utilizado, estoy convencida de que amor, odio, bulo, mentira, libertad, corrupción y disenso ocuparían las primeras posiciones de nuestro ficticio ranking. Les propongo que dejen volar su imaginación y jueguen conmigo a desentrañar significados y sentimientos. Yo empiezo.

Amor, pasados unos meses y muchos acontecimientos desde las cartas abiertas a la ciudadanía, creo que he encontrado en la voz y las palabras de Dulce María Loynaz, una escritora cubana doctorada en leyes, la respuesta que debería darle su amada a nuestro presidente.

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra y blanca, y gris, verde, y rubia,
y morena…

Como en las tramas de las mejores novelas, tras el amor surge el odio y mientras él la sigue amando con locura, otros odian con un sentimiento tan profundo que han convertido una parte de Europa y de Oriente Medio en un infierno dantesco.  Igual que el amor tiene sus gestos, el aborrecimiento es un trastorno que más allá de la voz se expresa con cejas fruncidas, ojos de hielo y volcanes en forma de gargantas que lanzan al contrario devastadoras palabras. Es la guerra, más propia de las bestias que de los hombres, de la que hablaba Luis Vives, pues el hombre ha sido configurado para la humanidad por la naturaleza y la mansedumbre, mientras las bestias lo fueron para la fiereza y los ataques del instinto.

Con el resentimiento, como ratones, los bulos salen de sus nidos. Invenciones, chascarrillos, dimes y diretes se pavonean por los medios de comunicación y las tertulias. Rumores que, como los de las antiguas comadres en las corralas, se han multiplicado por el influjo de las redes y, por eso de que las ciencias adelantan una barbaridad, corren a ritmos siderales.

Detrás de la mentira está siempre la verdad; la VERDAD con mayúsculas, la que no se transforma según quién la diga. Esa verdad que, como el aceite, queda encima siempre. La que Sócrates identificaba como el bien moral y Aristóteles decía que surge dentro del alma como opinión verdadera y acción recta. En pro de esa realidad ha decidido actuar nuestro Gobierno y no estaría de más que lo hiciera, empezando por la última actuación de su portavoz que tergiversó el fallo de la Audiencia Provincial en el caso de Begoña Gómez: prospectiva, genérica e imprecisa. Ignorancia, estulticia o malicia, olvidando quizá que, aunque se quiera, a veces, más vale buen callar que mal hablar.

El elefante de la sala es la corrupción, pero por muchas equis que tenga hoy no voy a decir nada, porque no es más que la expresión de la avaricia, del abuso de poder, del deterioro del derecho y de la entronización de privilegios. Del deshonor. Ya, ya sé, que me he erigido en arbitro y juez del juego y que me estoy aprovechando de que son público cautivo, pero recuerden que siempre tienen la libertad de elegir… seguir leyendo.

Hablemos de eso. Hablemos de libertad. De la libertad de expresión, del derecho que todos tenemos a manifestar y difundir libremente nuestras ideas y opiniones. Porque siguiendo con la ministra, y dejando a un lado su cargo y su intención, muchos se podrían preguntar porqué no puede decir lo que quiera. A esos les recordaré que la libertad tiene límites y que la Declaración de los derechos del Hombre recoge que consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a los demás e implica asumir la responsabilidad por nuestros actos y las consecuencias frente a terceros ¿Se equivocó? Da igual, tampoco asumirá las consecuencias de su error. El caso es que yo echo mucho de menos una libertad sin ira como la de Jarcha; una libertad amparada en el derecho, que pueda defenderse frente a los autócratas que la ahogan en silencio. En el fondo, sangro por la herida porque quienes juraron defenderla la olvidaron y rememoro los viejos poemas de Miguel Hernández

Para la libertad sangro, lucho y pervivo
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
Como un árbol carnal, generoso y cautivo,
Doy a los cirujanos.

A cualquiera que tenga mi edad con el grito de Jarcha le vendrán a la cabeza las palabras acuerdo, respeto y consenso porque, y vuelvo a Luis Vives, así como la paz, el amor y la concordia nos conservan en la naturaleza, la discordia y la disensión, no nos dejan ser hombres, y nos asimilan a las fieras.

Quizá por eso, frente a las ingratas soflamas que imperan en nuestra sociedad, me gustó el discurso del Nou d´octubre, del presidente de la Generalitat, que comenzó con tres palabras: responsabilidad, humildad y honor y citó a uno de nuestros grandes humanistas, Juan Luis Vives. Un valenciano ecléctico y universalista que avanzó ideas innovadoras en materias que aún hoy siguen presentes en las discusiones políticas, como la defensa de la sanidad pública o la atención a los más pobres y desfavorecidos, y defendió la idea de una Europa igualitaria y unida donde impere la política del consenso. Por cierto, la distinción Joan Lluís Vives de este año ha recaído en el exministro García-Margallo, un político heterodoxo que durante su dilatada carrera política ha hecho gala de su amor a España y su pasión por Europa. Enhorabuena.

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