Desde el otro lado

El periplo final del dictador

En la historia dominicana ningún otro cadáver dió tantos tumbos como el del dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien a su muerte no descansó en paz, ya que el siniestro e increíble periplo de su cuerpo duró nueve años en itinerancia hasta llegar al lugar donde actualmente reposan sus restos mortales.

En el mismo lugar de su ajusticiamiento, el 30 de mayo de 1961, donde cayó muerto, fue levantado de la talvia e introducido en el baúl del vehículo de uno de los conjurados.

Desde allí lo ocultaron en la marquesina de la residencia de Juan Tomás Díaz dentro del maletero del Oldsmobile de Antonio de la Maza Vázquez.

Luego de recuperado el cadáver por los esbirros del régimen, el 31 de mayo, es llevado al Palacio Nacional, donde el Dr. Abel González lo embalsamó.

Al otro día fue expuesto en su residencia, que quedaba donde se encuentra hoy la Biblioteca Nacional, lugar del velatorio y donde se le tomó una máscara de bronce de la cabeza. 

El día 3 de junio se llevó al Palacio Nacional para el ceremonial de funeral de Estado y desde ahí se trasladaron sus restos a la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación en San Cristóbal, su ciudad natal, donde él había mandado a construir en el sótano un panteón funerario con diez bóvedas para sí mismo y sus familiares. Allí fue enterrado luego de las pompas fúnebres correspondientes.

Meses después, el 17 de noviembre, el hijo mayor del tirano, Rafael Leónidas Trujillo Martínez (Ramfis) lo fue a desenterrar para cambiarlo de ataúd, momento en el cual, como relata el sacristán de la iglesia Manuel Rodríguez y Rodríguez, se le despegó la cabeza al cadáver.  

Ramfis, sacó furtivamente el cadáver de su padre de la cripta y el 18 de noviembre colocó el féretro en el yate “Angelita”, que partió desde el puerto de Andrés. El 22 de noviembre Ramfis salió al exilio en la fragata “Presidente Trujillo” desde el puerto de Haina hacia Guadalupe, donde tomó un avión a París, Francia.

El yate “Angelita” emprendió su travesía, pero antes de llegar a las Islas Azores, tras 1550 millas náuticas recorridas, es obligada por el gobierno dominicano a retornar a territorio nacional, ya que se presumía que se llevaban una fortuna de las arcas nacionales, comprobándose la veracidad del hecho.

El Yate atracó en la Base Naval de Las Calderas, el 29 de noviembre. Luego de someterla a una minuciosa requisa sacaron de la embarcación el cajón con los restos de Trujillo, el dinero y los objetos encontrados fueron entregados a una comisión mixta de civiles y militares designada por el gobierno para tal fin.

La presidencia informó a la población dominicana “haber encontrado en la embarcación la suma de 4,562,837 pesos dominicanos, distribuidos en cinco maletas y un maletín”. El informe de la comisión investigadora establece que el dinero y varios objetos de alto valor como medallas, placas y condecoraciones encontrados a bordo, fueron depositados en la bóveda del Banco Central de la República Dominicana.

El cadáver fue recogido en Las Calderas por amigos de Ramfis y un oficial apellido Veras, y trasladado en la cama de un camión del ingenio Barahona sucio de estiércol al Aeropuerto de Barahona.

Pero en ese trayecto pasó una curiosa novedad, se encuentran con una patrulla que los detiene para hacer las inspecciones de lugar sobre que llevaban en ese camión a altas horas de la noche.

Cuando el teniente de la patrulla, le pregunta al conductor: ¿Qué usted lleva ahí detrás? Le responde: “al Jefe”. El teniente le dice que se desmonte de inmediato y abra esa caja que lleva detrás, acercándose todos los de la patrulla alrededor de la cama de la camión.

Cuando se abre la tapa del ataúd y ven el cadáver de Trujillo, la reacción de todos los militares que se encontraban en el retén fue la de cuadrarse ante el féretro y hacerle el saludo militar, y uno de ellos expresó: “carajo, con lo grande que era este hombre”.

Los encomendados para el traslado siguieron su camino con el cadáver, aún con miedo por la ocurrencia de aquel hecho. Quizás pensaban que el muerto se iba a levantar del ataúd. Hasta el colmo que uno de ellos comentaba, que sentía cómo se movía dentro del ataúd.

Ya en el Aeropuerto de Barahona esperaba un avión DC-3 de la Aviación Militar Dominicana para transportar el cadáver a la Base Aérea de San Isidro.

El presidente Joaquín Balaguer ordenó que el féretro fuera embalado en un avión de Pan American con destino al Aeropuerto de Orly, en París, Francia, el 30 de noviembre.

Pero el ataúd llegó a París sin los documentos requeridos, por lo que las autoridades de Orly en Francia lo retuvieron hasta que se enviara el acta de defunción.

Balaguer impartió instrucciones de que se preparará la documentación y se enviara a las autoridades francesas a la mayor brevedad posible.

Una vez liberado el sarcófago lo recibieron su hijo Ramfis y el embajador dominicano en París, Carlos Rosemberg, quienes procedieron a trasladarlo el 1 de diciembre de 1961 al Cementerio Pere Lachaise, el camposanto más grande de París y uno de los más célebres del mundo, con sus famosas tumbas de Molière, María Callas, Oscar Wilde, Jim Morrison, Marcel Proust, entre otras grandes celebridades.

Trujillo fue enterrado en un pequeño panteón de mármol gris oscuro, con matices color ceniza, de ocho pies cuadrados y fue levantado a principios de 1962, según lo establece la plata identificadora colocada en el mismo, así como los registros conservados en la oficina de dicho cementerio.

 A la viuda de Trujillo nunca le satisfizo la dimensión del panteón parisino de su esposo, por lo que adquirió un terreno en el cementerio del Pardo de Madrid, construyendo un mausoleo de mármol negro con motas turquesas y nácar.

Durante nueve años permaneció en la necrópolis parisina, hasta que el 19 de noviembre de 1970 su viuda lo trasladó al mausoleo del Cementerio El Pardo, de Madrid, España, donde han reposado hasta el día de hoy, marcando el final del trasiego del cadáver del dictador, solo superado por las peripecias sufridas por los restos mortales de la primera dama argentina Evita Perón.

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