La recuperación de artistas que han quedado en un parcial olvido es una tarea apasionante, sobre todo cuando se constata la significación y el alcance que tuvieron al formar parte de la comunidad artística y social de su tiempo; o bien aportando los frutos de sus obras, desempeñando labores pedagógicas y también mediante posiciones activas en la defensa de las artes y su propagación.
En esas circunstancias se encuentra el pintor Fernando Martín Marqués (Valencia, 1881- Santiago de Compostela,1929 ) de exquisita formación que repartió su vida entre las ciudades de Valencia, Madrid y Santiago de Compostela. Estudió en la Real Academia de Bellas de San Carlos, destacando entre sus compañeros por sus cualidades y aptitudes para el dibujo y la pintura. Finalizada la formación académica ingresa en el estudio del pintor José Mongrell Torrent (Valencia,1870-1937) y con la seguridad que le proporciona la cuidada formación adquirida se siente capaz de afrontar nuevos retos. Por esas fechas su actividad se dirige a la realización de una pintura de caballete de carácter costumbrista, mientras se va forjando en la profesión e introduciéndose en el mundo de las artes decorativas; entre las obras de primera etapa se encuentra el “Retrato de Rafael Salgado” referido a un joven escolar valenciano en el que se aprecia el “naturalismo” propio de las iniciales etapas. La influencia de la pintura clásica española del Siglo de Oro es visible en las pinturas de vigoroso trazo y se hace ostensible la huella de Sorolla al que trata y estudia.

Martín Marqués muestra su trabajo a través de los circuitos de la época y en ese aspecto mencionamos su presencia en la Exposición Regional Valenciana de 1909 que organizaba el Ateneo Mercantil de la capital, impulsada por su presidente Tomas Trenor e inaugurada por Alfonso XIII y el entonces presidente del Gobierno Antonio Maura. En la Exposición Nacional de Valencia de 1910 presenta la obra “Labradora”, con la que obtiene una Medalla de Plata; en el verano de 1915 participa en la Exposición de Bellas Artes en el Palacio Municipal de Valencia junto a Sorolla, Pinazo y Mongrell.
Alcanzada la treintena, ya cuenta con una trayectoria respetable que le augura un futuro prometedor y la acertada alianza con su cuñado el pintor José Soriano Fort (Valencia,1873-Paterna, Valencia, 1937) le llevará a nuevos proyectos que se desarrollarán en Madrid. Soriano ejercía de pintor de cámara del XVII Marqués de Cerralbo, Enrique de Aguilera y Gamboa, junto con Máximo Juderías Caballero, gozando de su total confianza, encargado de llevar a cabo obras y decoraciones interiores del palacio, hoy Museo Cerralbo; en parte de ellas contó con la colaboración de Martín Marqués.
Una gran parte de su vida transcurre en Santiago de Compostela al ganar en 1914 las oposiciones a la plaza de Profesor Auxiliar en la Escuela de Bellas Artes y Oficios Artísticos. En 1917 obtiene nueva plaza, esta vez la de profesor Especial de dibujo de la Escuela Normal de Maestros y es numerario de la Sociedad Económica de Amigos del País. La ciudad se convertirá en su residencia definitiva al contraer matrimonio con la compostelana Mercedes Varela Solleiro y desde entonces jugará un papel destacado en la vida artística de Galicia. Siendo director de la Escuela de Artes y Oficios forma parte de la Sociedad Gallega de Amigos del Arte, institución responsable de la consolidación de proyectos expositivos en el exterior y mantiene vivas sus conexiones con destacadas personalidades de Madrid y Valencia; cuenta además con la amistad de Antonio Palacios, de Enrique Peinador y retrata a su compañero de docencia el escultor Rafael de la Torre Mirón (Madrid, 1871- Santiago de Compostela,1937).

En el verano de 1923 participó en la Tercera Exposición de Arte Gallega, en los salones del Palacio Municipal de A Coruña, con las obras “Frol de toxo” , “Fachada de las Platerías”, “ Rincón de mi estudio”, y Autorretrato”; patrocinada por el ayuntamiento de la ciudad y el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, en el catálogo editado se describe la amplia representación de artistas de la época y la extensa suma de obras, unas cuatrocientas, entre pintura, escultura, grabado e industrias artísticas. En ese contexto Martín Marqués facilitó la presencia en la exposición de una muy joven pintora que en adelante se dará a conocer con el nombre Maruja Mallo—entonces firmaba las obras presentadas como Ana María González Mallo—y lo hacía con unas iniciales pinturas (Montserrat, Retrato y Cabeza ) y era una de las escasas mujeres artistas. En los archivos de los herederos de Martín Marqués que custodia su nieto Pedro Rodríguez Martín se encuentran datos que acreditan esa conexión establecida con el pintor y luego con su viuda Mercedes e hijas instaladas en Vigo a partir de los primeros años de la década de los treinta. Y aunque Martín Marqués tuvo una corta existencia, su “status “queda avalado por los hechos y las obras que han quedado en colecciones de Valencia, Madrid, Galicia y Buenos Aires.