Motores que emocionan

Terramar

En meses pasados ha sido noticia el circuito del Jarama por los problemas legales que amenazan su funcionamiento, mencionando toda la prensa con ocasión de la noticia su condición de primer circuito permanente en España. ¿El primero?. Pues no, hubo otra instalación que le precedió.

En Sant Pere de Ribes, localidad cercana a Sitges, se inauguró en 1923 el autódromo de Terramar, un óvalo irregular con superficie de cemento de dos mil metros de longitud, cuyos tramos curvos son dos espectaculares y vertiginosos peraltes, su seña de identidad más reconocible, que seguía la moda de la época en míticas pistas como Monza o Brooklands.

En aquellos años Barcelona concentraba la mayoría de la industria del motor y de las carreras de coches y motos, naciendo el circuito poco menos que como una necesidad asociada a su desarrollo. A pesar de su buena ubicación y la facilidad de acceso, incluso con enlace mediante tren, su actividad deportiva fue efímera, pues los costos de construcción, disparados por encima de lo previsto, el gravoso mantenimiento y las convulsas circunstancias sociales de la época llevaron a que en 1927 quedara en desuso, a pesar de los esfuerzos iniciales del Real Automóvil Club de Cataluña por mantenerlo en activo.

Tras albergar alguna carrera aislada, desde 1932 no volvieron a disputarse competiciones. En ese año se puso en marcha el mítico circuito de Montjuich, aprovechando los viales de la montaña barcelonesa, y fue allí donde se concentraron las carreras de la zona, relegando a Terramar al olvido.

Lo sorprendente es que sobreviviera a amenazas de demolición, actividades fabriles, centro militar durante la guerra civil, granja avícola y toda una serie de cambios de titularidad durante décadas, si bien nunca recobró la disputa de competiciones. Su configuración había quedado obsoleta, al tener muy poca longitud en unos años en que además las pistas ovales fueron desapareciendo en Europa de los calendarios deportivos. 

Únicamente acogió una etapa de la Volta Ciclista a Catalunya de 1954 y unas carreras de motos en 1955, volviendo a ser popular a raíz del rodaje en 2012 de un anuncio publicitario de Red Bull, corriendo Carlos Sainz con un Audi R8 LMS a 170 km/h de media y volando por los peraltes debido a las irregularidades del firme hormigonado.

Sobre Terramar siempre sobrevuela la idea de ser resucitado para finalidades de todo tipo relacionadas con el motor, pero el hecho cierto es que actualmente se utiliza como centro ecuestre, con un proyecto en torno al motor para ponerlo en valor. Desde luego que sería ideal para acoger algún museo, ya que el estado de conservación de la pista es bastante bueno, son muy escasos los ovales que permanecen en pie y tanto la tribuna principal como la masía de la parte alta de la pista son elementos arquitectónicos muy interesantes. 

La historia del autódromo ha sido bien triste, pues de la inicial ilusión pronto se pasó al olvido, y ni siquiera hoy día es muy conocido por los aficionados. A eso contribuye que hasta fechas recientes resultaba prácticamente imposible visitarlo, algo que solo se podía hacer furtivamente y antes de ser expulsado por el guarda de las instalaciones. Hablo por experiencia propia. Al menos ahora sí se puede concertar una visita al recinto. 

Si algún día usted, querido lector, viaja por la autovía Pau Casals C-32 en dirección a Barcelona y poco antes del desvío de Sitges observa enfrente, en el medio de la montaña, una imponente mole blanca en medio del bosque, sepa que tendrá fugazmente a la vista el primer circuito que hubo en España.

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