Pedro Nicholson y las brujas del congreso

Han dejado sus escobas aparcadas en la puerta
acudiendo al aquelarre que las mantiene despiertas.
Las brujas se han reunido sentadas en el Congreso
con la lección aprendida por demás y con exceso.

Dejaron sus casoplones, sus fincas y propiedades
conseguidos con esfuerzo por no decir las verdades.
Se han juntado con su jefe, con el gran número Uno
Con el más alto y hermoso, con el más pícaro y tuno.

Las brujas están felices y le miran arrobadas
no hay ninguno como él, con planta tan deseada.
Nadie tan listo, tan guapo, tan estupendo y precioso,
tan ideal, tan sublime aunque muy, muy mentiroso.

¿Pero qué es una mentira si la dice el bien amado?
Sin vacilar la repiten lo mismo que papagayos
y en sus pucheros brujiles hacen hechizos con sapos
con arañas y reptiles para embrujar al contrario.

Gritan, aplauden y ríen, hacen burlas y hacen muecas.
Sin saber fingen que saben con sus cabecitas huecas,
agarradas al escaño, aferradas a sus metas
de permanecer ministras defendiendo sus prebendas.

Cuando acaba la sesión otra vez revolotean.
Van a buscar sus escobas y por los aires se elevan
graznando como los grajos las consignas que se llevan
mientras el Amo, feliz, desde el Falcon las jalea.