La mirada de Ulisas

Con mucho dolor

No anhelo convertirme en corresponsal de guerra ni hablar de ellas como un tema que ocupe mi mirada, pero ante los hechos de atrocidad y barbarie de una noche sin estrellas no puedo abrazar el silencio. Debo dejar resonar mi voz y mi aliento de condena. Sé que las guerras son crueles, que jamás han dejado de existir por egos o por fanatismos, pero la monstruosidad de lo ocurrido en Israel este octubre 7 me deja pensativa y altamente preocupada por el devenir de la humanidad y el alcance de la maldad. ¿Por qué tanta saña en cortarles la cabeza a los bebés? Violar niñas. Estocar a ancianos. Tomar rehenes a víctimas inocentes. ¿En qué cabeza cabe tal ferocidad? Ningún enemigo por enemigo que sea merece tal atropello. Mi cuestionamiento hace un llamado a la cordura, ya que sólo mentes enceguecidas por una locura galopante y sin brújula pueden actuar de tal modo.

Reflexiono sobre la cuestión con el corazón desgarrado y el llanto de una sensibilidad que no entiende el proceder terrorista. ¿Acaso no tienen alma? ¿Se les ha extraviado el sentido de las proporciones? ¿Se han deshumanizado? de manera que ya parecen monstruos y no seres humanos. Tantas preguntas y angustias se suman a mis inquietudes. Y el saber que ciertos gobiernos se niegan a condenar hechos que les sustraen honra a sus decisiones al permitir que el hombre se degenere de forma tan aberrante, absurda e incomprensible, me pone mal. No suelo hacer cosecha de adjetivos, pero creo que en este caso me veo en la necesidad de hacerlos aparecer de manera sucesiva para darle realce al desatino o a la infamia cometida. Sé que otros lo aplauden. Se contentan al ver que el antisemitismo crece, cuando por otro lado se clama el derecho a la vida, la igualdad, la condena al racismo, se insta a la paz y al buen entendimiento entre naciones. El mundo está dividido y me pregunto ¿si esto no recae en una guerra de civilizaciones? donde cada una quiere imponer su mandato.  Llegar a la luz, la libertad, la democracia es el sueño de la mirada de Ulisas que se mantiene vigente y que pide por que se haga realidad un mundo a la medida de todos despojado de odios y rencores. Lágrimas brotan de su atisbo en el viaje por la condición humana con la esperanza de que la claridad, la justicia y el buen sentido de lo humano hallen su reino a la mayor brevedad.

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