En Román Paladino

Diego Clemencín y el primer estudio crítico sobre Cervantes y El Quijote

Diego Clemencín, cuyo fallecimiento se produjo en Madrid el 30 julio de 1834, víctima de una cruenta epidemia de cólera, fue el autor del primero y más completo estudio sobre Cervantes y el Quijote, superior a cuantos se habían publicado hasta entonces. Para  Luís Astrana Marín, pese a sus discrepancias con el célebre erudito murciano, el  Comentario de Clemencín es el más amplio y completo que se ha escrito sobre el ingenioso hidalgo de La Mancha, sino que, además, se trata de un trabajo de tal envergadura y calidad que honra no sólo a  su autor, sino que también a la nación que lo produjo. “¡Qué profundo conocimiento del idioma castellano! ¡Qué sagacidad la del autor para entender y explicar lugares oscuros y difíciles”, escribía Astrana Marín en su obra “Cervantes y el Quijote”.

Diego Clemencín nació en la ciudad de Murcia el 27 de septiembre de 1765, cuando surgían en Europa la Ilustración y la Enciclopedia. Contemporáneo de Melchor Gaspar de Jovellanos, José Manuel Quintana y José Cadalso, cursó estudios eclesiásticos en el colegio de San Fulgencio de su ciudad natal, estudios que abandonaría posteriormente al comprobar que no era muy firme su vocación. A la edad de veintitrés años fue nombrado preceptor de los hijos del Duque de Osuna, del que más tarde sería bibliotecario, entregándose por entero al cultivo de las letras y de la Historia. En este campo, su prestigio llegó a ser tan notable que las reales academias de la Historia, de Bellas Artes y de la Lengua le eligieron como miembro numerario, destacando siempre  sus trabajos y dedicación. Entre sus obras principales debemos citar la titulada “Elogio de la Reina Isabel la Católica. 

Pero, como queda anotado, donde Diego Clemencín alcanzó su más alta calificación como erudito fue con su famoso Comentario al Quijote, el cual - para mayor comprensión del mundo cervantino - escribió durante una época de destierro. Clemencín, hombre de extraordinarias inquietudes y de enorme cultura  fue diputado y ministro en el periodo constitucional de 1820 a 1823, lo que su marginación de la Corte, con el retorno del absolutismo fernandino, le ausentó de Madrid durante diez años. Después, ya normalizada su vida, llegó a ocupar el cargo de bibliotecario de la Reina Gobernadora. Y en la capital de España le llegó la hora de su muerte, víctima de una cruenta epidemia de cólera, el 30 de julio de 1834. Alberto Lista, en su Juicio crítico al Comentario, aseguraba que este no es sólo una obra escogida de erudición, sino el mejor monumento que ha podido erigirse a la gloria inmortal de Cervantes.

Sin embargo, en honor a la verdad, hemos de decir que Diego Clemencín, en otros aspectos fue muy severo con el autor del Quijote, incluso se equivocó en ocasiones. Puede decirse que su monumental trabajo alcanza su mayor altura en su admirable erudición, resintiéndose en ciertas apreciaciones críticas. No hay más remedio que reconocerlo. Para Clemencín – quien quizá no llego a comprender la situación personal de Cervantes — se trata de un creador genial que iba más allá de las normas establecidas. En el prólogo al Comentario llega a decir que “el ingenio de Cervantes a semejanza de la bondad y la feracidad del paisaje llevaban espontáneamente su grandísimo mérito. Puede que el universal don Miguel aclarase la excepcionalidad mucho antes. Dijo que no había ingenios legos y que su Quijote, las Novelas Ejemplares, incluso sus comedias  fueron escritas con esfuerzo y dolor.

Sin embargo, a lo largo del Comentario, a veces en contradicción consigo mismo, se evidencia una profunda admiración hacía toda la obra cervantina y muy especialmente por el Quijote. Prueba de ello es el fervor con que redactó sus cientos de notas, la inagotable generosidad de sus aclaraciones, todas ellas verdaderas lecciones de historia. Todo quiso explicarlo Diego Clemencia, incluso el alcance futuro de la novela. Incluso mantuvo la teoría, punto de arranque de tantas polémicas, de que Argamasilla de Alba es el lugar de Don Quijote, su patria chica, su aldea, y la de Sancho Panza, y nos da cumplida noticia de todos los personajes y lances de la obra, su reconocimiento de que se trata de un libro que ha sido es y será siempre “el encanto y embeleso de los españoles y aún de los extranjeros”.

Y dijo aún más: “que el Ingenioso Hidalgo de La Mancha es la obra más original que ha producido la moderna literatura”. El comentario vincula, de manera evidente, a Clemencín con Castilla La Mancha. Según el catedrático Francisco Javier Díez de Revenga, Clemencín se regía por preceptos clasicistas que apenas valen para entender una creación tan valiosamente compleja como el Quijote. La poesía en él incluida no es sino una parte de ese mundo de realidad e ilusión que Cervantes creó y que, en una gran parte, Clemencín entendió mal. Tales afirmaciones, sin embargo, no deben restar al comentarista murciano ni un ápice del mérito que tiene reconocido: haber sido el primero en abordar con singular erudición y no pocos aciertos el estudio de la inmortal novela cervantina. 

Sin embargo, en honor a la verdad, hemos de reconocer que Clemencín fue muy severo con Cervantes. Incluso que se equivocó en no pocas ocasiones. Puede decirse que Clemencín en su monumental trabajo alcanza su máxima altura, no sólo en su amplísima erudición, sino en la propia realidad del texto. Alberto Lista en su Juicio crítico al Comentario que  éste no es sólo una obra escogida de erudición y de literatura, sino el mejor monumento que ha podido eregirse a la gloria inmortal de Cervantes. Todo quiso explicarlo Clemencín con todo detalle.

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