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La gregoriana de los picadores

En el llamado planeta de los toros, la indumentaria de los picadores es de las cosas que menos han evolucionado desde el siglo XVII. 

Una pieza que se conserva todavía casi intacta es la prenda de cabeza, de nombre “castoreño”, confeccionado de piel del castor, de ahí su nombre, adornado con una gran piña hecha de hilo de color negro y colocada sobre el ala del lado derecho, llamada “cucarda”, uniéndose a un cordón trenzado del mismo material y color para su sujeción.

La chaquetilla, chaleco, camisa, faja y corbatín son prácticamente iguales a las de los toreros de a pie. El calzón es de gamuza, que antiguamente se sujetaba hasta la rodilla, muy similar a la taleguilla de los toreros, después se alargó hasta cerca de los tobillos dejándolo abierto y con botones metálicos.

Los picadores pueden lucir en su vestimenta adornos o bordados de oro como los matadores de toros, por ser el toreo a caballo más antiguo que los mencionados toreros de a pie.

Tal vez, lo que más ha cambiado ha sido la bota derecha de los varilargueros. En un principio se reforzó con una espinillera de hierro templado, de poco peso y consistente, pero fuertemente unida a la pierna. Su inventor fue Gregorio Gallo, de quien toma el nombre de “gregoriana”. Posteriormente se ha ido modificando a la que se le añade una rodillera metálica articulada y flexible para proteger la pierna, que se le une un trozo de metal moldeado hacia arriba, cerca de la ingle, para amparar todo el muslo y no sufrir daño. 

A partir de esta innovación, es cuando comienza a llamarse la “mona”, quedando la “gregoriana” para la pierna izquierda, que también pasaría a llamarse la “monilla”.

La “mona” o antigua “gregoriana”, es muy semejante a una bota, que por la parte inferior es como si se tratara de una caja metálica, la que lleva un grueso refuerzo de hierro como suela, con dos mitades, una delantera y otra trasera, uniéndose estas dos partes mediante una varilla del mismo material que se introduce por unos ojales. Con todas estas piezas se hace muy pesada llevarla puesta, debido a la cantidad de hierros que es confeccionada.

Con todo este peso en sus pies, hacen que los picadores parezcan muy “torpones”, sobre todo andando, pero aún más cuando son derribados de la cabalgadura y tienen que salir rápidamente de la cara del toro para refugiarse en los burladeros o saltar la barrera, haciéndose bastante difícil cuando se presentan estos casos. Hay que tener en cuenta el esfuerzo que les suponen montar a caballo, que al tener que subirse en el equino por el lado izquierdo (que es por donde se tienen que montar), les acarrea una enorme pesadez cuando tienen que pasar la pierna derecha tan acorazada por encima de la silla o montura.

Tradicionalmente, los picadores siempre han sido de fuerte complexión, aunque ya estén apareciendo nuevas generaciones de excelentes profesionales además de cuerpo atlético, lo que les amparan ser más delgados. 

A la verdad, la suerte de picar que realizan estos profesionales, es uno de los tercios más bonitos y necesarios para la lidia, pero sin abusar con la pica y sin dejar que se estrelle el toro contra la auténtica muralla del peto. 

Desde el día 1 de mayo de 1992, el Reglamento Taurino, con nuevas normativas, hizo aliviar algunos defectos para poder dar más protección al caballo, ojalá se sigan adaptando ideas beneficiosas para bien de la Fiesta.

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