Tinta en la torre

El LATIR de Arboleda

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El día que Óscar Arboleda quiso aprender a ejecutar la guitarra carecía de ella. Por eso optó por improvisar un diapasón en la tabla de una cama y dibujar los trastes con lápiz. En El Líbano, el pueblo del Tolima en el que nació, en el corazón de la región andina de Colombia, los serenateros cumplen la función de paliar los desamores y curar los despechos. También son los protagonistas de una proeza: ganarse la vida con los arpegios y los cantos en una tierra de labriegos y artesanos.  En las voces de ellos se han eternizado las líricas de los boleros y los paisajes que poetizan los bambucos. Son los mismos ritmos que ahora, al otro lado del Atlántico, el festival LATIR difunde con nuevos exponentes. 

Ante las penurias que le deparaba la vocación musical y las dificultades de supervivencia por su dedicación a este oficio en la fría Bogotá, Óscar optó por estudiar literatura. Contar historias, husmear relatos y atesorar vivencias – aunque él se resista a aceptar misiones perecederas en la vida – ha sido su principal labor. Hace 5 años arribó a Barcelona, hace dos creó la semana cultural latinoamericana, y desde hace 7 meses es padre de una niña. Todo esto retrataría fielmente a un perseguidor de quimeras, a un cazador de utopías, a un irredento soñador. Pero no es así. Óscar tiene como derrotero la empresa más necesaria y sensata para los emigrantes del Sur global: fraternizar en el arte, cicatrizar los desarraigos desde la creación y estimular la inteligencia y el talento en tiempos de hostilidad y competencia. Enseñarnos que los mapas y las fronteras no son más que convenciones caprichosas del poder. 

Una vieja aspiración del hispanismo ha sido la creación de una hermandad ecuménica que sirva de refugio a las mayores invenciones que el castellano nos ha permitido. Hoy, 600 millones de hablantes piensan e idean, aman y dialogan en una lengua, que, desde su génesis sincrética en la cuna de las lenguas romances, y en su lento andar por el tiempo, ya completa 1500 años de feliz andadura lingüística. La lengua de Cervantes es un idioma que se vigoriza en las cordilleras de América Latina, se renueva en las colonias de latinos en Estados Unidos y Europa, se ensancha en los pliegues montaraces de África y se torna heredera sensible al condensar los siglos de historia que la han gestado en la península ibérica. El cine y la literatura, la música y el arte que han desfilado durante 5 días en LATIR, sintetizan la evolución del código cultural que nos ha permitido forjar una impronta en el mundo. 

Entre el 15 y el 19 de julio, varios escenarios culturales de la capital de Cataluña permitieron que escritores y cineastas, agentes literarios y libreros, periodistas y compositores, intérpretes y gestores dialogaran sobre los entresijos de sus invenciones, expusieran los dramas de sus procesos creativos y contrastaran los sobresaltos y epifanías que se esconden en sus desvelos. Lejos del control monopólico que los potentados imaginaron invencible, hoy el arte circula y viaja superando censuras y adversidades. Los canales de difusión que obstinados artistas conciben en las urbes latinoamericanas, hoy se sobreponen a los escollos del lucro y la feroz mercantilización. Hoy la sensibilidad es un caudaloso torrente que fluye sin etiquetas ni caciques.

En los 5 días de LATIR escuché un joropo llanero que se hacía juguetón y ecléctico con la ejecución virtuosa del grupo Turpial. También me solacé con el sonido terso de la flauta de Ana María Oramas. Dueña de la apuesta más arriesgada y original del Jazz Colombiano. Conocí gracias a Xavi García, Santiago Mejía, Julián Saldarriaga, Mone Teruell, Bart Sanz, Sergio Álvarez, Mauricio Bernal, Olga Martínez, Marina P Halpin, Julián Figueres, Antonio Ramírez, Juan C Concha, y muchos otros más, las reflexiones de mayor vigencia en una industria cultural atravesada por las tensiones del mercado y la rebeldía estética de los cultores. Una nueva música y una renovada literatura que lucha por difundirse entre los fantasmas de la Inteligencia Artificial y unas audiencias cambiantes que reclaman un arte sin fórmulas y con contenidos pensados. Apreciar en el Conservatorio Liceu de Barcelona a María Mulata, Katie James, Mayte Martin y Alejandra Zabala, convenció a un público catalán y latino, que la voz del nuevo canto hispanohablante es por esencia y definición femenino. 

Vasconcelos vislumbró para las américas una raza cósmica que desafiara el porvenir y enalteciera la singularidad de nuestro pueblo ante el mundo. LATIR, este festival de ideas y sensibilidades, lo ha logrado durante una semana. Óscar Arboleda ya no carece de una guitarra. Ahora, con el altruismo de su liderazgo, conjunta muchas. Le suma pianos y tambores, gaitas y flautas, pregones y versos para dirimir nuestras diferencias desde las latencias de dos continentes que se aproximan en la simbiosis de un arte sin fronteras. Arboleda, desde esta coordenada mediterránea, reivindica el legado de los serenateros de su pueblo.

Afiche Latir
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