La mirada de Ulisas

Libertad, Fraternidad, Igualdad y Oportunismo

LA MIRADA DE ULISAS quiere entender a qué se deben los oportunistas, al intentar detallar la palabra oportunismo, que le parece poco humanista. Voy a la fuente de la Academia de la Lengua. Propone esta definición: “Actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias que se ofrecen y sacar de ellas el mayor beneficio posible”. Conducta que ciertamente está despojada de generosidad y recargada de un propósito ambicioso. Suena como un comportamiento indebido que manosea visos inmorales.

La mirada de Ulisas piensa que el sentido del vocablo también se refiere al ego, a ese yo que llevamos en el adentro, que bien enfocado nos eleva al sentimiento del amor, inclusive al amor universal o incondicional, que desconoce el oportunista, quien abusa de una situación o de su poder. Y el mismo ego mal dirigido arrastra hacia lo peor. El explotador de una posición pierde la noción del bien, anhela montarse en una coyuntura para alcanzar sus propias ventajas. Y en política abundan los oportunistas.  Piensan en sus propios intereses al hacer caso omiso de las necesidades generales o de la colectividad. Se acoplan a cualquier ocasión o crean la oportunidad al asociarse hasta con el diablo con tal de ganar. No pierden de vista la menor circunstancia ni el momento de lograr sus fines, sin acordarle relevancia a los medios que propician. Forman sus tinglados con tal de alcanzar su mera finalidad.  Y desafortunadamente para esa clase de personas todo se vale con tal de arribar a la meta. 

Pienso, como atisbo que soy, en las recientes elecciones en Francia cuando analizo que los pactos o alianzas cuajaron a última hora para defender o asegurarse el éxito. Esos son los tratos que la política permite al considerar que ciertos arreglos de última instancia obedecen a la necesidad del triunfo, aunque a la postre se verifiquen frágiles o perecederos. El tejemaneje se presta a maniobras que no parecen lógicas o armadas con babas, pero con el único fin de lograr vencer al adversario. Artimañas, trucos, argucias y todos los sinónimos le caben para definir un contexto que no resulta diáfano. Por el contrario, se unen las oscuridades para hacerle frente a lo que se les pase por delante, sin molestarse por obtener o propiciar un bien común.

Ciertos filósofos, bien intencionados, predican que el fin no puede justificar los medios. La moral debe imperar. Aún en el ejercicio de la política, que debe ser el ejemplo precisado para mantener buenos fundamentos y mostrar una imagen cargada de valores y principios. Los que tienen que reinar o prevalecer en cualquier mandato o gobierno. Pero, la triste realidad nos conduce al hecho de que tantas veces los hombres se pasan por la faja lo debido para abrazar lo incorrecto. Y ahí radica el oportunismo. Hacer de una situación poco clara algo que evidencie el triunfo. Sabemos que Jean Luc Melanchon como otros tantos candidatos, por sólo mencionar a alguno, ha resultado ser en cierta forma un “vende patria” con tal de conseguir los electores que le reporten la coronación de sus ideales: conquistar el poder a toda costa. Luego de enfrentarse a demasiados fracasos, el candidato de izquierda sintió que ya disponía de la vía libre para buscar alternativas con la única finalidad de hacerse a la victoria, sin interesarse verdaderamente qué compromisos adquiriría ni con quien, con tal de cruzar las barreras para dominar el éxito de sus deseos, entonces sin escrúpulo alguno se vuelca sobre los números y no sobre los valores que deben regir su país. Y ahí radica el egoísmo, no se toma en cuenta un bien general o lo que implica para Francia el querer unirse a una masa votante que a lo mejor no es la adecuada para seguir los lineamientos de: Libertad, Fraternidad e Igualdad al buscar imponer valores ajenos a una sociedad regulada por conceptos que concuerdan con los enunciados en la constitución. Códigos que abogan por la libertad de cultos, de pensamientos y de diversas maneras de ser. Es el famoso choque de civilizaciones que se anuncia desde hace tiempos como el gran peligro para la existencia de Europa o de una nación como Francia, que luchó por principios de igualdad. En ningún caso por imposiciones o coacciones de ninguna clase como dictan las charias. Esos preceptos bien conocidos por su inflexibilidad y las ganas de conquistar el mundo a su manera, sin dejar a la mujer en libertad de ser sino de ser usada como un vientre que produzca niños para hacerlos guerreros de otras verdades. Anunciaron que se tomarían a Europa por el vientre. Y están cumpliendo la orden al pie de la letra.  Asusta el panorama que se viene perfilando en Francia.  Algunos con el humor que sabe ser ácido y negro, pero que tantas veces vaticina verdades, dicen que dentro de poco la capital de Palestina será París. Abrumadora broma que nos deja ver una realidad que causa pánico y esfuma los ideales de fraternidad, libertad, aunque toma en cuenta la igualdad al querer hacer a todos iguales, como clones cortados por la misma tijera o administrados por el mismo formato, sin derecho a pensar diferente y menos a serlo. Creo que todo esto como propuesta que se avecina dista mucho de la Europa soñada, donde había sana cabida para los inmigrantes con tal de que respetaran la legislación del país que los acogía con los brazos abiertos, sin la idea de ser a la postre doblegados por otras ideas que no comulgan con las establecidas en un continente que ha luchado por sus libertades y sus valores. Y nuevamente me pregunto, como el atisbo que se inquieta ¿hasta cuándo? se permitirán los oportunistas en la política. Esos individuos que no piensan en el bien de su pueblo sino en sus conquistas personales y tal vez en poner en evidencia las frustraciones que los llevan de la mano para convertirse en oportunistas. Vale la pena reflexionar sobre este hecho para no caer en ingenuidades que son las desvían rumbos y pueden llevar al desmadre… perder de vista lo que se anhela como país en el que anhelamos vivir sería lamentable. Abandonar la idea de libertad que se nos ha enseñado e inculcado, con la fraternidad que permite al diferente ser respetado y hasta tolerado y con la igualdad de derechos, más no de ser idénticos ni masificados. La diferencia enriquece y permite crecimiento al no aplastar al individuo para transformarlo o domesticarlo en borrego ni inducirlo a caer en las garras del oportunista.

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