Plano Secuencia

Sara y James

No reacciona. Está como bobo. Mirando como un idiota. Realmente parece un lelo ante tanta alegría espectacular. ¡Pero dispara! ¡Dispara de una vez! Al final, verás. Se te van a escapar. ¡Dispara! Y, por fin, sí. Dispara. Clic. Clic. Clic. Sara Montiel y James Dean no dejan de reír ante la cámara. Unas carcajadas que llenan todo el espacio. Unas risas que son contagiosas, que incluso queman. Ascuas de felicidad. Entonces, imaginamos al director Anthony Mann estar muy de acuerdo, dando un visto bueno a esa escena. Un trío. Un sueño. Sin cortes. Purita acción con la que aquellos jóvenes se destrenzan con entusiasmo. 28 de septiembre de 1955. Y las tres fotos, en blanco y negro, maravillosas. Un trío.

María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández, conocida como Sara Montiel, está en Hollywood desde 1954. Después de una carrera cinematográfica en España y en México, ha sido actriz en Veracruz (Robert Aldrich, 1954) y, ahora, rueda Dos pasiones y un amor (Thomas Mann, 1956). En ese tiempo del 55 nuestros protagonistas coinciden con frecuencia durante el almuerzo de sus respectivos rodajes: Gigante (George Stevens, 1956) y la citada Dos pasiones y un amor. Muchas veces comparten mesa con Rock Hudson, Liz Taylor… y, además, con Alfred Hitchcock, quien dirige para la misma productora Warner Bross, cuyo logo vemos en esas imágenes.

En las instantáneas ella lleva una blusa sisa. Color oscuro. El cuello es redondo. En U. En torno al escote, hay un filo del cual se cosen unos bordados blancos, como madroños, que cuelgan igual que estrellas. La falda, blanca, con idénticos motivos de la blusa, pero en negro y cosidos a un filo asimismo negro, y a una palma del bajo, es una nube que parece elevarla a un cielo terrenal. Él viste camisa clara, con corbata oscura, desanudada. Sus manos, en aplausos, con una pequeña reata, como queriendo atar el júbilo con lazo corredizo. Y un anillo en el meñique izquierdo.

Los dos jóvenes siguen sin parar de reír. La Vida les llena de vida. Se muestran eternos en su humana finitud. «Para vosotros no existe [la Muerte]. Es algo que concierne a otros», dice Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, en El Gatopardo (Luchino Visconti, 1963). Van a viajar en auto dos días después. Junto con Pier Angeli. Un trío. 30 de septiembre de 1955. Sara recibe un aviso para que acuda a rodar unas secuencias de su película. La actriz italiana tampoco irá. El amigo y mecánico Rolf Wuetherich, sí. Al final, en un Porsche Spyder 550. La Muerte, envidiosa, encontrará un lugar en el biplaza. Un trío. También quiere reír con Dean. James tiene 24 años. Rolf, 28. La Muerte, tal vez, muchos más. En la foto del periódico, un coche destrozado. Un número en el capó. 130. Uno. Un trío. Cero.