Diáspora árabe

En el verano, la tierra (1994) de Carlos Martínez Assad

Memoria e identidad en la narrativa árabe de América Latina.

La historia y la literatura están estrechamente relacionadas. Evidentemente, son considerables las fuentes literarias que hacen referencia a la historia social del mundo árabe en América Latina.

El caso se evidencia en las novelas del sociólogo, el historiador y el novelista Carlos Martínez Assad donde se revela una cultura árabe por la narrativa latinoamericana, entre ellas: En el verano, la tierra (1994), La casa de las once puertas (2014) y Los Cuatro Puntos Orientales: El regreso de los árabes a la historia (2013).

Carlos Martínez Assad nació en México en 1946, representa a la tercera generación de origen libanês en México. 

En su novela En el verano, la tierra, guarda aspectos de su cultura original. Es una novela autobiográfica que deriva de la entrañable relación con el abuelo materno. Se encarnan así recuerdos propios al abuelo, a través de los cuales busca encontrar una forma para guardar la presencia ancestral. Ciertamente, con singular eficacia, consigue cumplir con la misión de la memoria, logra mantener la consciencia de pertenecer a una determinada tierra relatando culturas y vivencias diarias de los libaneses. 

Es la historia del nieto que viaja al Líbano para reconocerse y constatar que le ha contado el abuelo es real. Por lo cual, se narra la marcha del abuelo a México en los comienzos del siglo XX, y la vuelta del nieto José al Líbano en la segunda mitad del mismo siglo. Sin lugar a duda, el viaje del nieto hacia la tierra natal significa el regreso del abuelo que no pudo realizar. Por decirlo así es una forma de apagar el deseo de retornar del abuelo. 

La vida del abuelo es una atrevida aventura que se confiaba para huir del despotismo Otomano. El viaje a México es un viaje de olvido para sobreponerse de la pobreza y la humillación que se sufría por parte de los turcos. Por lo cual, como no existía otra alternativa para sobrevivir en paz, se eligió emigrar a otro país, a tierra con una enorme oportunidad económica.

Salimos del Líbano una mañana gris, ¿cómo partir en paz y sin tristeza? No sé si estaba nublado o era el sentimiento desgarrado que salía del corazón (…)

México ha sido una buena nación que favorece la llegada de inmigrantes y da toda la libertad de integrarse en el país. Sin embargo, eso no excluye el gusto de mantener viva la herencia cultural del Líbano. 

La cultura árabe se presenta en la vida de los inmigrantes libaneses en América Latina como el fundamento de la identidad. El caso del abuelo constituye un ejemplo al respecto; en las historias que cuenta a su nieto se leen unidades fraseológicas donde se acentúan las preferencias y creencias del pueblo libanés: Bismillah Al-Rahmane, Al Rahim (en el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso), Allah Akbar, Muhammad rasullillah (Dios es grande y Mahoma es su profeta).

También se leen fórmulas rutinarias del idioma árabe: como la expresión Shubaddak (qué quieres), o la despedida ma’asalama, entre otros enunciados fraseológico. Además, se mencionan platos libaneses, cuenta el abuelo: Comimos kebbeh, falafel, chauarma, homousy shrishtaoule, y tu sorpresa no tuvo límite cuando viste la palangana llena de pastelillos y dulces: awamet, atayef, burma, karabeej, eristelao y terminaste tan enmielado como los postres (…)

A tal efecto, digno de mencionar el primer fragmento narrativo de la novela con lo que parece el abuelo comunica recuerdos nostálgicos expresando a la vez su deseo de retornar al Líbano:

¡Ve a Líbano!, El Bled, mi tierra. Busca mis huellas y las de tus antepasados, los rastros de quienes, como yo, trataron de encontrar más allá de las montañas nevadas, de las laderas sembradas de trigo, de los pantanos de Baalbeck y del azul intenso del Mediterráneo, un horizonte diferente sin zozobras por el mañana y sin guerras. Sentirás el pasado en los añosos olivos cargados de aceitunas, en los retorcidos sarmientos de las vides que crecen sin parar y sus uvas son las más dulces que habrás probado. El viajero fatigado puede beber el jugo de sus naranjas y comer chabacanos luego de acariciar su piel aterciopelada. No hay higos más grandes y olorosos que los que puedes comer ahí. Por algo Dios hizo el paraíso terrenal en Líbano.

La “generación de los nietos” vive una realidad que exige un conocimiento profundo para encontrar y fundamentar la existencia auténtica. 

En la novela En el verano, la tierra, la identidad libanesa se articula desde una nostalgia no vivida por el narrador, pero derivada de un amplio grado de conocimiento. 

Todo lo que aprendió nuestro autor de su abuelo permanece en el primer plano de la memoria, en atención a lo cual, permitió a sí mismo narrar una cultura oral desconocida para muchos.

A través del personaje “José” se describe el buen despertar del pensamiento realista de algunos árabes, que en esencia son sujetos que vislumbran el destino o el porvenir de los hijos y nietos. Dejando claro la visión errónea de una realidad transfigurada y convertida en un relativismo incontrovertible.

‘’Iré hacia otra tierra, iré hacia otro mar’’, dice el poeta griego Kavafis, con lo que parece definir a nuestro pueblo de navegantes. Somos fenicios, los descendientes de los ‘’hombres rojos’’ como les llamaron en la antigüedad por los vestidos e hilados teñidos de púrpura de Tiro. Por eso fenicio quiere decir ‘’púrpura’’ en griego. Nuestros navegantes descubrieron el Cabo de Buena Esperanza cientos de años antes que Vasco de Gama; pero no utilizaron esa ruta para comerciar con China, India e Indonesia por la importancia estratégica de Siria en el intercambio de mercancías con el vasto continente asiático.

Gracias a los fenicios los vínculos culturales entre varios países se afianzaron. Ellos crearon el primer alfabeto usando letras que permitían reproducir sonidos y fue adoptado por los griegos 800 años antes del nacimiento de Cristo, creando las bases de la escritura europea. Por eso el lugar donde surgió lleva el nombre de Biblos, es decir, El Libro.

Resulta evidente que el interés de Carlos Martínez Assad por la literatura es un interés derivado de lo histórico, por donde busca desvelar realidades y explicar la razón por la que los inmigrantes han dejado su tierra. 

Nadie debe avergonzarse por abandonar su tierra cuando se huye de condiciones de ocupación intolerables. A los libaneses el exilio los obligó a reencontrar su sino, su historia de viajeros.

La época del abuelo fue la época de las grandes migraciones, cuando el riesgo estaba permitido. Además, la esperanza de un futuro mejor le empuja a abandonar el país, escapar de la tiranía otomana y viajar en busca de refugio en lugares más seguros. Así, se expone al peligro y emigra con su familia, iniciando una vida que oscila entre la realidad y el mundo que desea.

Contar historias le ha sido suficiente para acortar la distancia que separa el no lugar de la patria, y aliviar la añoranza a tiempos y lugares irreversibles.

En voz del abuelo se abordan temas que afloran en el nieto el amor a la patria y un sentido de pertenencia. Por tanto, se habla de las regiones de Fenicia, del país de cedros y de la tierra de Becharre, la tierra de Gibrán Jalil Gibrán.  En otro orden de ideas se habla de guerras y de tantas circunstancias que incitan a emigrar. Se cuenta también cómo se cambian los nombres y los apellidos de bautizo con la intención de facilitar el proceso de la integración del inmigrante en el país de acogida y favorecer una comunicación más fluida entre los distintos grupos étnicos.

El peso de la segunda identidad en la familia, para el abuelo, contribuye a que las costumbres no pierdan fuerza. La migración es un proceso psicológicamente complejo para quienes dejan su tierra sabiendo que no volverán. Tienen que vivir con la responsabilidad de proteger la identidad árabe en el resto de la familia, y si esto no sucede, sus sacrificios de inmigrantes serán una miserable aventura que los llevó a la pérdida del origen.

Por lo tanto, merece la pena mantener viva la cultura madre, incluso con el mínimo de sus rasgos propios. Los abuelos hacen esto contando historias, los nietos hoy escriben cumpliendo la misión de la memoria.

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