Díes irae

¿Y así hasta cuando?

Ahí están, 6.000 menores no acompañados, en las islas Canarias. En estos días se ha organizado un cierto revuelo, a nivel político, porque el archipiélago es incapaz de soportar esa presión y se plantea que las comunidades autónomas reciban una parte de esos menores. Eso sería estupendo y podríamos hacerlo sin problema. Una parte no; los exiguos 400 que se han dispuesto, no. Podríamos hacerlo con los seis mil, de tacada. 

Pero es evidente que después de estos 6.000 van a venir otros 6.000, y luego otros 6.000 y más tarde otros 6.000 más, porque si en España reciben alojamiento, alimentación, vestido, calzado y educación... imaginemos los millones de seres humanos que hay en África que, para su desgracia, carecen de esos derechos, así que irán viniendo todos a España. Si pensamos en la ingente cantidad de personas que van a venir en estas condiciones, sería más humanitario ahorrarles el drama del cayuco, donde muchos mueren de forma terrible y organizar un ferry gratuito desde Mauritania o Senegal, con destino Canarias. Y que venga el que quiera.

Porque en realidad viene el que quiere. El que se juega la vida, un cara o cruz tremendo pero que es obvio que a muchos les compensa. Y si compensar parece un verbo frívolo cuando se juega con la muerte, digamos que la hipótesis de un final fatídico no les persuade para no intentarlo.

Por eso yo no entiendo nada. El tema de la inmigración no es tema de un solo acto. A los rusos nunca se les ganarán las guerras porque juegan al ajedrez, y cuando hacen un movimiento o toman una decisión ya han pensado en la siguiente, previsto la sub siguiente y calculado las varias que podrán venir luego. Ahora discutimos por 400 menores. Pero ¿qué vendrá luego? 

¿Y así hasta cuándo? Si reflexionar sobre estas cosas es racismo, me confieso racista. Si se plantea que nuestro país se llene de personas de otros continentes, razas, religiones y costumbres, sin hacer objeción alguna ni decir ni pío, pues sí, seré de la extrema derecha. Si se pretende hacer de la inmigración un saco universal, en el que quepan por igual todas las razas, religiones y procedencias, pues tampoco estoy de acuerdo. Soy racista “a mi modo”. No me molestan los sudamericanos porque son hijos nuestros. Hablan la lengua que les dimos y practican el credo (frecuentemente con más fe que en el solar patrio) que les llevamos. Sean chibchas, aztecas o patagónicos, son nuestros hijos. Y siempre deberían ocupar un sitio privilegiado en nuestros corazones, aunque su devenir, tras separarse de España, haya sido tan lamentable como estamos viendo.

Sin embargo los que vienen por miles son africanos, sin vínculo cultural alguno con España, ni de lengua ni de religión. Muchos de ellos ni siquiera desean quedarse en nuestro país sino pasar a otros de la Unión Europea (Francia, Inglaterra, Alemania) con los que sí tienen esos nexos, por pertenecer a recientes ex colonias.  

Desde el poder nos repiten el mantra de que nuestras pensiones dependen de los inmigrantes (semejante memez nunca podrá ser creída); de que tener en la misma manzana blancos, mulatos, negros, magrebíes, chinos y malasios, entre otras decenas de razas y religiones, es una riqueza incalculable (otra cretinada que por más que repitan nunca colará); que la España vaciada está ávida  de llenarse de los asentamientos de extranjeros que los españoles abandonan…

Mantras, consignas, melonadas, de quienes viéndose incapaces (por burricie, sectarismo y vaguería) de solucionar un verdadero problema, lo quieren tapar con eslóganes cien veces repetidos, que, obviamente, no conducen a ninguna parte. El otro día leí el comentario de un científico lúcido: “Quienes en los 70 combatieron la energía nuclear, son los culpables del cambio climático”. Eso lo llevo pensando media vida. Pero míralos, ahí siguen, dándonos lecciones de todo. Los “ecologistas” son el faro de la humanidad, pero un faro que nos lleva a los acantilados. Porque el tema no es el nombre (ecologistas, que queda estupendo) sino la ignorancia, el prejuicio y los atavismos medievales que exhiben. ¿Se puede ser a la vez ecologista y burro? Ya dice el científico, culpables directos del calentamiento. ¿Van a reconocer alguna vez que si lo nuclear hubiese sustituido al carbón el calentamiento del planeta no se hubiese producido? ¡Anda ya, qué van a reconocer! Al contrario: ahora la han cogido con la caca de la vaca, la agenda 2030, la agricultura… todo menos reconocer que son los mismos burros que han destrozado el planeta. “¡Es que los residuos duran mil años!” ¿Y qué son mil años en el cómputo de la Tierra? Residuos a la sima y quién sabe si en un millón de años no aparece una nueva forma de “petróleo atómico”.

Pues algo así sucede con la inmigración. ¿Por qué es  impensable que un hermoso ferry recoja a mil o dos mil inmigrantes llegados ilegalmente a Canarias y, tras una cómoda travesía de un par de días, con todas las comodidades, los devuelva al país de salida, con varias escalas? “Es que no sabemos de dónde vienen”. Nosotros no pero ellos sí. Cuando el ferry pase delante de casa, que digan “aquí me bajo” como en los autobuses. ¿Por qué la voluntad de venir no puede compensarse con la voluntad de devolver? Porque el hambre puede más que la voluntad de los burócratas -esgrimen los más lúcidos-. Pues que cambien a los burócratas. Porque la jugada 32 de este ajedrez no será el próspero país multicultural, pluri religioso y plurilingüístico que nos prometen sino una babel desvertebrada, tribal e irreconocible.

Aunque serán ellos, los mismos, los de siempre, los que entonces expliquen las bondades de la ablación del clítoris… 

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