Conciencia histórica y memoria de los relatos

Naturaleza humana y trascendencia (3/4)

José Luis Mediavilla Ruiz
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La Espiritualidad, Experiencia religiosa y Psicopatología han sido analizadas por Lòpez-Ibor Aliño estableciendo fundados criterios entre las distintas formas de experiencias religiosas y las manifestaciones psiquiàtricas 

Este rigor descriptivo psicopatológico ha de regir también en cualquiera de las diferentes interpretaciones derivadas de las múltiples doctrinas, tanto behavioristas o dinámicas, como medida ineludible ante toda tentación reduccionista, teniendo, además, en cuenta, que la fenomenología mística no puede ser comprendida al margen de la época histórica y de la sociedad en la que discurre, pues las manifestaciones psicopatológicas adoptan formas expresivas que, si no en sus síntomas nucleares, en la patoplastia, sufren modificaciones transculturales y transhistóricas.

Por esto, no  es posible admitir afirmaciones hechas con sorprendente ligereza, tal como lo hace Bernot en los siguientes términos: "Podríamos evocar también las abundantes alucinaciones de todos los grandes místicos, las voces y las órdenes divinas de Juana de Arco, las conversaciones de Lutero con el diablo, las visiones de Bernardette o de Santa Teresa, la inspiración divina de Abraham, Jesús o Mahoma. (...) Al margen de la cuestión de la fe, no hay ninguna diferencia clínica entre la gran convicción de Juana de Arco y las alucinaciones estériles de un joven esquizofrénico hospitalizado, cuyo testimonio delirante reproducimos: "Soy el hijo de Dios y El me habla todos los días de mi misión en la Tierra".

Reconociendo la ambigüedad y la existencia de afinidades entre ciertas formas de pensamiento místico, el psicopatólogo ha de analizar las diferencias entre el hombre religioso y el hombre delirante.

Ramón Sarró, tras un estudio  minucioso y multicasuístico de enfermos delirantes esquizofrénicos, pudo llegar a confirmar la existencia de analogías entre los contenidos delirantes con los temas mítico-religiosos. Comprobó, así mismo, que los datos biográficos de los enfermos apenas aparecían en la estructura temática delirante, sino otras de preferente naturaleza mítico-religiosa.

El delirio es un verdadero sistema y tiende a una estructuración que guarda semejanzas con los mitos y con el pensamiento religioso, ya que pretende siempre una respuesta a las grandes interrogantes que todo hombre se hace desde que sale de la niñez, para intentar orientarse en la totalidad de su existencia. Y así como la metafísica trata de responder mediante la reflexión, la religión mediante la creencia, el delirio se basa en convicciones ontológicas.

Buscando  diferencias y afinidades respecto a las manifestaciones de las experiencias místicas, recogimos tres grupos de estudio: 

El primero: las descripciones de la vida de beatos y monjas, en las que abundan las apariciones de ángeles o del mismo Dios o la Virgen. Entre otros, Sor Ana María de la Concepción de Castropol, Sor Catalina de Cardona, también conocida como "la buena mujer", que llego a ocupar en Palacio el puesto de aya del príncipe Carlos y de don Juan de Austria, Sor María Luisa de la Ascensión, monja vidente, profeta y poseedora del don de la bilocación, viajando, sin salir del convento,  en más de quinientas ocasiones a Nuevo México, Arizona, Texas, y llegando a visitar el Purgatorio, Sor Patrocinio, "la monja de las llagas" en la que se manifiestan innumerables prodigios, luchas contra el demonio, adivinaciones, éxtasis, impresión de llagas semejantes a las de Cristo. Todos estos personajes poseen biografías muy semejantes, acordes con las de la época con el mismo o parecidos orígenes, reacciones similares, adopción de pruebas ascéticas, culminación en la santidad, etc.

Un segundo grupo destinado a visionarios heterodoxos en cuanto a las formas de organización religiosa, y que Michel Hulin, incluye dentro de una "mística salvaje", caracterizada  por experiencias que aparecen de forma "súbita, inopinada, improbable y mágica". En este mismo grupo, incluimos también, los "grandes iluminados", visionarios geniales, no estrictamente religiosos en el sentido de pertenecer a una iglesia, y de los que , en ocasiones, se ha ocupado la psiquiatría. Entre ellos, Swedenborg, eminente naturalista sueco, que, tras experiencias místicas y revelaciones se dedicó a escribir obras teosóficas y religiosas, abandonando su carrera científica. William Blake, poeta, dibujante, pintor y grabador, con experiencias alucinatorias en las que conversaba con  Cristo, los ángeles, e importantes personajes históricos. Antonin Artaud, poeta, escritor, ensayista, autor y actor teatral, que súbitamente abandonó su vida en Francia y marchó a  México a vivir con los indios Tarahumara, donde, acaso por el consumo de opiáceos y peyote, comenzó a tener revelaciones mesiánicas, lo que le obligó a regresar a Francia donde fue internado en Ville-Evrard y Rodez. 

El tercer grupo, recogido de la clínica psiquiátrica, constituido por enfermos generalmente esquizofrénicos, o parafrénicos con experiencias delirantes y alucinatorias de tipo místico. Incluimos, también, pacientes que, sin antecedentes psiquiátricos previos, presentaron algún tipo de delirio místico, secundario a la ingesta de sustancias psicolíticas.

La revisión contrastada de esta variada casuística, vino a confirmar que lo que denominamos como "experiencias místicas" son referidas por individuos religiosos, agnósticos, cultivados o analfabetos, sin que ello permitiera considerar psicóticos a todos los visionarios. 

Las hipotéticas diferencias parecían existir tanto en la propia fenomenología como en la etiopatogenia, puesto que, en unos, las visiones o fenómenos alucinatorios, aparecían como consecuencia tanto del aislamiento, el ayuno, la penitencia, en fin, el "apartamiento del mundo", (deprivación sensorial) y el ensimismamiento (meditación),  mientras que en otros se hacía evidente alguna forma de psicosis endógenas, o la ingesta de sustancias psicodélicas. 

Cierto que en los fenómenos místicos se puede hablar de un proceso de endiosamiento, pero la vivencia mística del hombre religioso, analizada en profundidad, no llega jamás a un sentimiento de omnipotencia y de clarividencia sobre la constitución del mundo, como sucede en el delirante. Por esto, es el delirante mesiánico y no el místico el que contesta a las preguntas reservadas a la divinidad:  el proceso de creación y destrucción del mundo, etc.

En cualquier caso, en el supuesto de hallarnos ante una sintomatología ocasional de apariencia ambigua, el exhaustivo análisis fenomenológico pondría, seguramente,  en evidencia la distancia noética y humana existentes entre los diversos preámbulos biográficos de las experiencias místicas, en unos, el largo periodo ascético y, en otros, la inmediata eclosión tras la ingesta de sustancias psicolíticas o estimulaciones eléctricas. Por ello, desde el punto de vista patográfico, no es posible dejar de advertir la estructura de la personalidad, los estilos de vida, y la diferente influencia que tales experiencias van a ejercer sobre la conducta y el destino.

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