Conciencia histórica y memoria de los relatos

Naturaleza humana y trascendencia (4/4)

Bruno Callieri, profesor de Neurología y Psiquiatría en la Universidad de Roma, advierte cómo "hoy el psiquiatra, está epistemológicamente obligado a reflexionar sobre la legitimidad y la validez de las categorías conceptuales a las que suele recurrir para formular su "diagnóstico", especialmente en todo aquello relacionado con la "vivencia religiosa". Porque no es basándonos en los éxtasis, y mucho menos en las visiones, locuciones o imprevisiones involuntarias, como lograremos apreciar lo auténtico de la mística, sino en la capacidad de autocrítica y discernimiento mental. 

El mismo San Juan de la Cruz insistió mucho al respecto: "Así, para llegar a tan perfecta unión con Dios, el alma debe velar y no apegarse a esas visiones imaginarias, formas, representaciones o conocimientos especiales pues que no son el medio adecuado para alcanzar aquel objetivo; más bien serían un obstáculo ...El alma debe mantenerse apartada de todo esto..."

También, Santa Teresa, pone especial énfasis en la importancia del conocimiento interior y de la autocrítica: " ¿No sería gran ignorancia qué preguntasen a uno, quién es y no se conociese, ni supiese quién fue su padre, ni su madre, ni de qué tierra?. Pues si esto sería gran bestialidad, en comparación, mayor habría de ser la que hay en nosotros, cuando no procuramos saber qué cosa somos.".

Y en El Castillo del Alma, habla también de audiciones o visiones corporales mostrando en qué se diferencian de las "imaginarias" y las "intelectuales":(...) "Puesto que las visiones y las locuciones pueden ser obra del demonio, o de la enfermedad, es conveniente que desconfiemos de ellas, y (...) al principio, combatirlas..." 

Esta capacidad de introvisión que muestran los escritos de nuestros dos grandes místicos, denota la integridad del yo, así como lo ya apuntado en cuanto a la forma de presentarse los fenómenos extrasensoriales, tras un largo periodo de preparación, oración, meditación, es decir, de ascesis, que caracteriza, en general, a la mística;  a diferencia de la forma insólita e inesperada en la que tienen lugar los fenómenos delirantes y alucinatorios, tanto, en el grupo de los "místicos salvajes" (en palabras de Michel Hulin), como en el de los casos de la clínica psiquiátrica.

Lo expuesto nos permite destacar: 

-Que todo fenómeno visionario, posee afinidades universales, aunque el comportamiento religioso muestra esenciales diferencias respecto al delirante.

-Que el hombre religioso que vive experiencias  místicas reúne características propias que le definen y diferencian del enfermo que desarrolla un delirio mesiánico.

-Que el paranoide genuino se afirma tan rotundamente en las respuestas conflictivas que no es capaz de reconocer ninguna alternativa.(White)

Por último, quizá proceda una reflexión acerca de si la experiencia mística, es decir, el estado vivencial de unión del alma con Dios, queda definido y englobado dentro del término Trascendencia.

Dentro del fenómeno de la  Trascendencia coexisten conceptos apenas separados por difuminadas y sutiles barreras: la divinidad, lo sublime, la inmensidad, el heroísmo, todo aquello que constituye los verdaderos motivos de la vida, y que, siguiendo a Raimon Panikkar podría ser definida como la experiencia de Dios, la cual no puede ser monopolizada por ninguna religión, ni por ningún sistema de pensamiento; la trascendencia  en tanto experiencia última, es una experiencia no solo posible, sino también necesaria para que todo ser humano llegue a la conciencia de su propia identidad. El ser humano llega a ser plenamente humano, cuando hace la experiencia de su último "fundamento" de lo que realmente es. “La experiencia de Dios es la raíz de toda experiencia. Es la experiencia en profundidad de todas y cada una de las experiencias humanas: del amigo, de la palabra, de la conversación. Es la experiencia subyacente a toda experiencia humana (dolor, belleza, placer, bondad, angustia, frío), en tanto que nos descubre una dimensión de infinito, inacabado”.

No existe contradicción en que el hombre guarde sorprendentes similitudes con una central electrónica y que su vida esté movida bajo el impulso de anhelos que le eleven por encima de su corporalidad. La trascendencia no es un fenómeno contrapuesto a la naturaleza humana, sino una manifestación de ella, que orienta su destino. 

Volviendo a Huxley, al ocuparse de las "dos culturas", esto es, la literaria o biográfica, y la otra cultura, la de la ciencia, la relativa al mundo de las regularidades cuantificadas".(...) concluye afirmando: "Saber es poder, y la aparente paradoja es que los científicos y los tecnólogos, en virtud del saber que tienen sobre lo que sucede en ese mundo sin vida de las abstracciones e inferencias, han llegado a adquirir el inmenso y creciente poder de dirigir y cambiar el mundo en el que los hombres tienen  el privilegio y sufren la condena de vivir". Huxley llega a decir: "Tendrá que venir alguien que nos diga "como hay que glosar poéticamente las oscurecidas palabras de la tradición y las demasiado exactas de las ciencias para poder poner en concordancia nuestras vivencias privadas y no compartibles con nadie con las hipótesis científicas con que esas vivencias son explicadas". Proposición que guarda un sorprendente paralelismo con la exclamación de Holderlin:  "Poéticamente habita el hombre sobre la tierra", a la que Heidegger dedicó  especial atención.

Cuando nuestro Quevedo escribió: “Esta lágrima ardiente con que miro/  El negro cerco que rodea mis ojos,/ Naturaleza es, no sentimiento”. Acaso estaba inmerso en el mismo dubitativo pensamiento que a todos nosotros nos convoca, afirmando que la tristeza, la alegría, la desesperación, no son sentimientos, sino naturaleza, lágrimas, fluidos, simples fenómenos fisiológicos. Y, sin embargo, Quevedo, hombre, al fin y a la postre, nos dejó otras estrofas que, a modo de confesión, son el mejor canto a la trascendencia humana: “Cerrar podrá mis ojos la postrera/ Sombra que me llevare el blanco día/ Su cuerpo dejará, no su cuidado; /… Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado”.

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