Sencillamente irresistibles

Ya se han pasado mucho

Marlaska está triste porque –dice- le causan una enorme pena muchas resoluciones judiciales que no entiende.

Está triste como en el poema “La princesa está triste, ¿Qué tendrá la princesa?, los suspiros se escapan de su boca de fresa….”

De la de Marlaska, de fresa o de mente, perdón, de menta, tal vez no se escapen suspiros, pero si se le ha visto perfectamente resoplar en la última sesión de control del gobierno en el parlamento.

Se ha parlamentado de corrupción y como armas arrojadizas, se han lanzados unos a otros sus miserias, sus corruptelas, sus titos Bernis y sus Bárcenas y ahora sus Koldos, Begoñas, Aldamas, Ábalos y etc. etc.

Y entre abucheos o aplausos, dependiendo de la bancada y del mejor o peor orador, o del que le mete más caña al contrario, o del más contundente, o de lo que sea, han ido pasando las horas y los “chincha, rabia” de estas “Señorías” que de señorío –en la mayor parte de los casos- tienen lo que una rata de chacal.

Como ratas se comportan quienes en lugar de asumir con valentía sus inadecuadas o malas gestiones (en las que utilizan nuestros recursos y nuestros bienes) se revuelven y se arrojan las mentiras más nauseabundas con tal de no perder sus prebendas, empezando por el Número Uno y terminando por el último de su séquito.

De las mentiras, dicen los filósofos, que son “malas por naturaleza, porque siendo las palabras signos naturales de las ideas, es antinatural expresar con ellas lo que no se piensa “y en esa línea San Agustín y Santo Tomás de Aquino las definen como “la expresión de aquello contrario al propio pensamiento”.

Se dice que la mentira tiene las patas muy cortas, o la nariz muy larga, cosas ambas que no le ocurren al Uno que es guapísimo (y si no, que se lo pregunten a Almodóvar, o al diputado socialista de la CAM que sorprende con  su discurso “Tienen envidia de Sánchez por lo bueno que está”). 

Está bueno, pero no es bueno ya que no basta serlo sino parecerlo y a Él, al amado líder  le acorrala el descrédito porque como sostenía Nietzsche “Lo que más me molestó no es que me hayas mentido, sino que, de aquí en adelante, no podré creer en ti”.

Número Uno junto con su sequito que está ahí tan solo para agradarle y hacer lo que dice el “Puto amo” a cambio de un sinfín de favores que tienen terror a perder si caen en desgracia como Ábalos (la fiscalía acaba de solicitar formalmente que sea imputado), se han adherido todos a este vicio, a este hábito poco controlable de mentir y mentir y requetequementir patológicamente.

Han recreado una especie de chicle enorme y pegajoso cuajado de tramas siniestras y mentiras y consignas ya aburridas de fango y lodo y ventiladores que los esparcen, y  tenemos que soportar.

Un  conjunto de falsedades en las que nos obligan a navegar hasta ahogarnos en mantras como el de “derecha y ultraderecha” que al parecer son tan idénticas como Pili y Mili, están metidas en todas las salsas y sirven como escudo para no dar respuesta a nada sin mencionarlas y culparlas in eternum como hacen con Franco o con Colón, o con Adán y Eva si se tercia.

Y bla, bla, bla, parlan y parlan, pero la honestidad no es cualidad de los mentirosos y al final, como para serlo, dice el refrán, que hay que ser también “memorioso” pues se olvidan de sus trolas y se desdicen de ellas, que les siguen insistentemente corriendo como lagartijas por ministerios, cargos públicos y etc. etc.. 

Y se les pilla, resultan histriónicos en sus discursos, y se les reconoce de inmediato. 

Se alcanza antes a un mentiroso que a un cojo, que a un deshonesto en definitiva, que no merece ningún respeto porque es muy factible creer que también mintió cuando juró su cargo en el que se comprometía a “Cumplir fielmente con las obligaciones del cargo con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado”. En definitiva, cuidar nuestros intereses y no los suyos. 

Buenos actores, o embusteros patológicos cada vez estos cínicos necesitan más las muletas. Y no para dar pases taurinos, sino para no pasarse de la raya, o de lo que sea.