Rostros y Letras

Entrevista a Angelina Muñiz-Huberman

Beatriz Saavedra Gastélum
photo_camera Beatriz Saavedra Gastélum

Angelina Muñiz-Huberman

Nació en Hyères, 1936. Es Premio Nacional de Ciencias y Artes, Creadora Emérita Nacional. Autora de 60 libros de poesía, narrativa, ensayo y traducción. Premios literarios: Xavier Villaurrutia, Magda Donato, Fuentes Mares, Universidad Nacional, Sor Juana Inés de la Cruz FIL de Guadalajara. Miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua, Además es, Doctora Honoris Causa, UNAM. Entre sus temas destacan el exilio español y la literatura sefardí Y está traducida a varios idiomas.

¿Cómo describirías tu espíritu creador?

Mi espíritu creador se ha formado de varios elementos. Mi infancia transcurrió entre adultos: aprendí a escuchar y a usar sus palabras. Las palabras se convirtieron en historias que oía sobre lo que sucedía en ese momento: la Guerra Civil española y, poco después, la Segunda Guerra Mundial. La memoria de mis padres fue fundamental. La mía se forjó porque mi madre me hacía aprender poemas, sobre todo, de García Lorca. Después de la memoria vino la trasgresión. Convertir la memoria en “seudomemoria” como fue el género por mí creado. Tras de conocer el orden de la literatura por la gran cantidad de libros que leía desde la infancia, surgió el deseo de trastrocarlo. Una especie de alegría y liberación, al mismo tiempo que una posibilidad infinita de abrir la puerta a la imaginación. 

¿Qué papel juega tu sensibilidad en tu proceso creativo?

Una sensibilidad a flor de piel me permite trasladar el mundo que contemplo a mi alrededor: lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo al margen de sus posibilidades y variantes, de nuevo, interpretando y trasgrediendo. En una palabra: una inconformidad. 

¿De qué manera tu entorno urbano se refleja en tus obras?

El entorno urbano no es mi preferido ni mi favorito. Añoro mis lugares de infancia: Hyéres (Francia), Caimito del Guayabal (Cuba). El primero, frente al mar, porque apenas lo disfruté. El segundo, en pleno campo, porque fue una época de absoluta libertad inmersa en la naturaleza, una especie de paraíso. En cambio, la ciudad no me atrae por el ruido, la luz, la velocidad. Por eso, la aparto y me creo mi propio paisaje con las macetas del balcón, con los pájaros que me visitan, y en la ventana por la que creo ver el mar. Esta situación se refleja en mi obra por contraste, por omisión, por transformación.

¿Cómo transformas tus experiencias personales en arte?

Transformo mis experiencias por arte mágico. Poder desarrollar el don de la poesía liberadora es una bendición, una tabla de salvación. Por ejemplo, la trágica muerte de mi hermano en París, cuando él tenía ocho años y yo dos, es un tema obsesivo que aparece constantemente en mis escritos. Había escapado a la muerte en España durante la guerra, para venir a morir en Francia, atropellado por un camión. El destino y sus paradojas. 

¿Qué tan importante es la introspección en tu proceso creativo?

La mirada interior permite revolver entre las oscuridades, aceptar las diferencias, incorporar la otredad. El mundo del sueño es una fuente de inspiración y de hallar caminos remotos. Sobre esta mirada introspectiva nocturna tengo una anécdota. El crítico Seymour Menton incorporó en su Antología del cuento hispananoamericano mi cuento “Las mejores galas” porque, según me dijo, estaba perfectamente estructurado. Su sorpresa fue mayor cuando le conté que había sido un sueño al que no le quité ni agregué nada, solamente lo pasé al papel. La puerta del asombro siempre debe dejarse abierta.