El catalejo

La mirada científica de Primo Levi

El escritor italiano Primo Levi, nacido en Turín en 1919 y muerto en la misma ciudad en 1987, cuya obra incluye poemas, novelas, y relatos, es más conocido por su trilogía compuesta por Si esto es un hombre, La Tregua, y Los hundidos y los salvados. Estas memorias, que relatan su experiencia en un campo de concentración alemán y en los duros días posteriores a su liberación, son un relato desapasionado y veraz de lo vivido, que trasciende la mera crónica de los hechos, y los muestra desde una mirada casi científica, plena de reflexión. 

Viaje hacia la muerte

En el año 1943, un piquete de soldados italianos apresó un reducido y poco organizado grupo de jóvenes inermes y faltos de entrenamiento, que reunidos en las colinas intentaban unirse a las fuerzas de la Resistencia. El encuentro fue casual, ya que los militares estaban en busca de una célula más importante y consolidada. Entre los apresados estaba Primo Levi, un joven de veinticuatro años de aspecto endeble, ya en ese entonces licenciado en química y apasionado por la literatura, si bien hasta la fecha no tenía obra publicada. 

Una vez detenido junto a sus compañeros, en los interrogatorios posteriores Levi dijo ser italiano de familia judía. Como no ameritaba sospechas de subversivo, y en ese tiempo buena parte de las tropas italianas actuaba al servicio de la Alemania nazi, fue enviado a un campo de concentración para judíos italianos, que poco después fueron recogidos por soldados alemanes y repartidos hacia otros destinos en trenes con vagones de los que se usaban para transporte de ganado, y en severas condiciones de hacinamiento. 

Una vez llegados al complejo de Auschwitz, Primo Levi será uno más de los cientos de prisioneros en el “Lager”, donde pasará diez meses en los que sus padecimientos no impedirán una aguda y profunda observación de los hechos, que serán relatados con toda la objetividad que le permitía un voluntario distanciamiento sicológico, que sin duda contribuyó a soportar la dureza de la situación. Por más tremenda que sea la experiencia relatada, Levi es capaz de dar cabida a una reflexión, que sin duda ilustra sobre la condición del hombre en situaciones límite. Observa, por ejemplo, que, así como no existe la felicidad perfecta, lo mismo pasa con las situaciones penosas, y describe las pequeñas alegrías que ellos tenían cuando algo era capaz de disminuir mínimamente el sufrimiento, ya fuera un mendrugo más de pan o una parada del tren en un lugar desde donde se pudiera ver campo a través de una rendija del vagón cerrado. 

La trilogía de Auschwitz

La trilogía que lo ha hecho famoso es sin duda el crudo testimonio de lo que muchos no pudieron contar. El primer libro que la compone, Si esto es un hombre, relata la vida en el campo de concentración, teniendo en cuenta no solo la situación de los prisioneros, sino la dinámica en que se mueven víctimas y victimarios. 

La Tregua, el segundo libro, relata lo acontecido después de la huida de los nazis y la llegada de los rusos, cuando los sobrevivientes del campo son llevados por los alemanes que huyen en la llamada Marcha de la Muerte, y los que se encontraban enfermos, entre quienes estaba Primo Levi, son abandonados a su suerte, sin alimento ni modo de conseguirlo. Así lo describe él: "La libertad, la improbable, imposible libertad, tan lejana de Auschwitz que sólo en sueños osábamos esperarla, había llegado (…) Estaba a nuestro alrededor, pero en forma de una despiadada llanura desierta. Nos esperaban más pruebas, más fatigas, más hambres, más hielo, más miedo"

Sin embargo, observa Levi, aunque solos y carentes de todo, los hombres, ya libres de la violencia opresora, van poco a poco recuperando su humanidad. 

El tercer libro de la trilogía es Los hundidos y los salvados, donde el autor hace un análisis certero de la experiencia límite en la que estuvo inmerso.

Lo admirable es que, a pesar de estarlo sufriendo, o recordándolo, Primo Levi logra hacer una crónica desprovista del odio y del apasionamiento que puedan distorsionar el mensaje. Se ha dicho que Si esto es un hombre es la obra de un químico que analiza la composición de un organismo siniestro, como fue el de los campos en donde miles estaban confinados con muy escasa probabilidad de supervivencia. 

Otra de las notables virtudes de su forma de narrar los hechos, es su capacidad de reflexionar sobre ellos, y de tomar la distancia necesaria para verse a sí mismo, y a las otras víctimas, inmersos en circunstancias extremas. Notable es, por ejemplo, el relato que hace Levi, de cuando, en el campo de concentración, por su condición de químico, es llamado a una entrevista con uno de los jefes nazis, quien le pregunta si él sería capaz de ocuparse de la fabricación de caucho sintético, tarea que le daría ciertos privilegios. Durante la conversación, el alemán en un momento dado se digna mirarlo, y Levi tiene la sensación de que lo hace como quien observa un insecto con cierta repugnancia. En esa mirada no había odio, puesto que el odio dignifica al odiado, había solo desprecio y un poco de asco. Y Levi continúa la descripción diciendo: “Porque aquella mirada no se cruzó entre dos hombres; y si yo supiera explicar a fondo la naturaleza de aquella mirada, intercambiada como a través de la pared de vidrio de un acuario entre dos seres que viven en medios diferentes, habría explicado también la esencia de la gran locura de la tercera Alemania”

Otra vez aparece entonces la definición de lo verdaderamente humano. Porque desde el título, Si esto es un hombre, alude a dos situaciones que, aunque opuestas, representan dos grotescas y deformadas expresiones de lo que se debería entenderse como humano. Por una parte, la de los prisioneros, degradados al extremo, y por otra la de los victimarios, convertidos en monstruos. 

Nada mejor para comprenderlo que el poema de Levi que inicia la trilogía y que empieza así: Los que vivís seguros/ En vuestras casas caldeadas/Los que os encontráis, al volver por la tarde/ La comida caliente y los rostros amigos/ Considerad si es un hombre/ Quien trabaja en el fango/ Quien no conoce la paz/Quien lucha por la mitad de un panecillo/ Quien muere por un sí o por un no/ Considerad si es una mujer/ Quien no tiene cabellos ni nombre/ Ni fuerzas para recordarlo/ Vacía la mirada y frío el regazo.

En definitiva, con un lenguaje sencillo, sin darle espacio al rencor ni a la venganza, Primo Levi nos mueve a la reflexión y nos advierte que “reservas insospechadas de ferocidad y locura están latentes en el hombre después de milenios de vida civilizada”.