Anécdotas literarias de Madrid

Manolito el Pollero

Anécdotas literarias de Madrid - Manolito el Pollero
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Manuel Fernández Sanz fue conocido en todo Madrid con el sobrenombre de “Manolito el Pollero” porque había heredado de sus padres una pollería en la calle de Tetuán y presumía ante los amigos de tertulias literarias de ser el único poeta que vivía de la pluma. Había nacido en Madrid en el año 1909 y fue autor de un único libro póstumo que fue editado por Camilo José Cela en la colección “Juan Ruiz” de “Papeles de Son Armadans”, titulado “Silva, Grillera y Cigarral de Manolito el Pollero” - que también fue prologado por Camilo José Cela. Figuró en diversas antologías con muchos de los más importantes poetas de posguerra: José Hierro, Gabriel Celaya, Claudio Rodríguez o José Ángel Valente. Solía escribir sus poemas en servilletas de bar en las que firmaba Manolito y dibujaba un pollo debajo de su firma. Luego, las arrojaba al suelo y algunos de sus amigos de tertulia las recogían y las guardaban o se las entregaban a Camilo José Cela. El autor no solía guardar ni tan siquiera una copia. En la Antología de Poesía Española Contemporánea - 1929 a 1964 - editada por Alfaguara en 1966 ya figuró como “Manolito el Pollero”.

Manuel Fernández Sanz “Manolito el Pollero” fue uno de los tertulianos habituales del café Gijón y del Varela, en el que a partir de las 12 de la noche se organizaba una lectura que se llamó “Versos a media noche”. También frecuentó algunas de las tabernas del antiguo Madrid en las que se reunía con autores como Rafael Azcona, Manuel Alcántara, Cristino Mallo (hermano de Maruja Mallo), Laxeiro, Camilo José Cela, Gerardo Diego o García Nieto. Leyó sus versos en algunos recitales madrileños y participó en “Alforjas para la poesía”: esa lectura organizada por Conrado Blanco Plaza en el Teatro Lara de Madrid.

Poseía amplísimos conocimientos literarios. Se había formado en París y hablaba el francés perfectamente aunque disfrutaba aparentando que era un simple bohemio con escasa cultura. Era, decía él mismo “creyente por si acaso”. Disfrutaba enzarzándose en discusiones con los curas. Contaron algunos de sus amigos que hacía muy buenas migas con los gitanos que, en muchas ocasiones, lo invitaban a sus bodas y solía asistir a los entierros. Despilfarraba y gastaba el dinero de tal modo que su propio hijo Mario Fernández lo declaró pródigo y así se convirtió en tutor de su propio padre temiendo que arruinara a la familia, pero le daba una cantidad suficiente para que pudiera seguir invitando a los amigos. 

Manuel Fernández Sanz murió en Asturias en 1966.

Uno de sus poemas es este villancico: Cuando con los otros niños / En Belén jugabas Tú, / ¿Sabías o no sabías / Que eras el Niño Jesús?

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