Anécdotas literarias de Madrid

Rubén Darío y Pío Baroja: mucha pluma y mucha miga

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El poeta nicaragüense Rubén Darío (1867 - 1916) sabía que Pío Baroja (1872 - 1956), aunque era doctor en medicina, regentaba en Madrid una panadería situada en la esquina de las calles Misericordia y Capellanes. Esta segunda calle cambió su nombre en 1911 por el de Mariana Pineda y volvió a cambiarlo en 1941 para llamarse desde entonces Maestro Victoria. Tenía antiguamente el nombre de Capellanes porque allí vivían los capellanes del convento de las Descalzas Reales…Y Matías Lacasa había bautizado a su panadería con en nombre de “Viena-Capellanes” cuando fundó un negocio en el que se hacía pan vienés y, que por ser pionero en su fabricación la Oficina de Patentes le había concedido el privilegio de fabricar ese pan en exclusiva durante diez años. Juana Nessi, su esposa, heredó el negocio, pero no se sentía ni motivada, ni capacitada para regentarlo y se lo traspasó a sus sobrinos Pío y Ricardo Baroja. A Pío esa vieja casa le sirvió de inspiración para escribir su novela “La casa del crimen” ya que hacía algunos años se había cometido un tremendo crimen en ella y Ricardo aprovechó uno de los espacios sobrantes para instalar su taller de grabado.

Se cuenta que cuando Pío Baroja fue a tramitar la licencia de las nuevas instalaciones al Ayuntamiento de Madrid el funcionario que lo atendía de ningún modo quería concederla, atribuyendo que las ordenanzas municipales de Madrid contemplaban que una panadería tenía la obligación de poseer una cuadra para guardar las mulas. El funcionario se enrocó en su petición a pesar de que el nuevo titular le explicaba que no necesitaban cuadras para las mulas porque no tenían mulas, ya que las modernas amasadoras que utilizaban se movían con motores. Pío Baroja lo repetía con insistencia, pero el funcionario también insistía diciéndole: lea usted mismo lo que pone la normativa. Ha de haber cuadras en una panadería... Días después el malentendido se había solventado. Y ese cambio de titularidad le sirvió a Pio Baroja para recrearse en un nuevo oficio de panadero y relacionarse con muchas personas que también le sirvieron de inspiración al escribir sus novelas. En la trastienda se organizaron tertulias en las que participaron autores como Ramón del Valle Inclán, Azorín y muchos otros que hablaron largo y tendido. 

Rubén Darío, entre tanto, ya sabía que el escritor vasco había recibido críticas de todo tipo por algunas de sus obras, y en algunas de esas críticas se había mencionado intencionadamente su nuevo negocio panadero. Incluso se había llegado a decir que Pio Baroja en sus novelas “escribía cosas bien amasadas”. 

Parece ser que un día algunos periodistas preguntaron a Rubén Darío que qué opinión le merecía la literatura de Pio Baroja y respondió que Pio Baroja “es un escritor de mucha miga; ya se nota que es panadero”. Enterado Baroja no se sintió ofendido pero respondió que Rubén Darío “era un escritor de mucha pluma. Ya se sabe que es indio”. No se conoce con certeza si Baroja al hacer alusión a la pluma quiso hacer alusión a la posible homosexualidad del poeta o si solamente se quería referir a que era de Nicaragua.

Me contó en alguna ocasión el pintor Joaquín Vaquero Turcios que Rubén Darío era tío abuelo suyo por parte de madre. Y con ese motivo hablamos del poeta y de sus vicisitudes en diversas ocasiones. 

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