¿Saben las cámaras la verdad?

La amnistía: ¿la senda del mal?

Abría el difunto politólogo y teórico político Rafael del Águila su libro "La senda del mal" con una frase de Jorge Luis Borges: "no nos une el amor sino el espanto". Una reflexión parecida hacia una amiga el fin de semana pasado acerca de cómo el bloque progresista fuimos a votar las pasadas elecciones. Y es que en política, como en la vida, a veces toca tragar en pos de la convivencia pacífica. En el libro, Rafael del Águila señala la herida maquiavélica: aquella herida que nos muestra que a veces es imposible reconciliar justicia y bien común, que a veces para preservar el orden que requiere una sociedad como la nuestra, toca infligir algunos principios de justicia que nos gustaría preservar. Es lo que se conoce comúnmente razones de Estado, que para ser preciso sería cualquier razón de orden político, aquellas nos dice Rafael "que protegen las esferas donde nuestras ideas de justicia pueden florecer. Y, al hacerlo a veces transgreden la moral, la ética o la justicia". Y pone de ejemplo nuestra transición "otro muy buen ejemplo de la vitalidad de las argumentaciones del orden político que, mediante el silencio y amnistía, eluden el enfrentamiento y protegen o desarrollan la convivencia aun a costa de marginar o posponer consideraciones relativas a la justicia". Durante este periodo, nuestros padres, la antigua generación, tuvieron que tragar y hacer silencio con todos los crímenes perpetrados durante la dictadura franquista, en aras, para algunos, poder después hacer justicia más tarde, cuando las heridas no estuvieran tan abiertas, y cuando el poder que atesoraba el régimen franquista y sus herederos no fuera tan fuerte. Nuestros padres y sus representantes lo hicieron con razones políticas o razones de Estado, y cito de nuevo a Rafael, que "exigían el abandono de las soluciones judiciales y su reemplazo por políticas basadas en el juicio político ciudadano", es decir, que pusieran la decisión en manos de justificaciones de orden del bien común, de razones que preservan el marco donde se puede dar la justicia, el régimen posterior del 78, pero infligiendo razones del orden de la justicia de aquellos que demandaban que los que nos tuvieron dominados durante 40 años pagaran por ello. Hubo que elegir y se eligió preservar el bien común, la nueva democracia que se formaba, y que pasados los años permitió elaborar Leyes de Memoria Histórica o la exhumación del dictador. Puede que alguno ya haya adelantado sus juicios y crea que estoy diciendo que la Amnistía que ocupa las portadas de estos días sea injusta, al menos en el sentido jurídico: para nada, todos los expertos señalan que cabe perfectamente en el orden constitucional. Pero sí que es cierto, y aquí le doy la razón a mucha de la gente que protesta que eluden una razón del orden de la ética o la justicia: la igualdad de los españoles. De la misma manera que la Transición dejó pasar de rositas a muchos asesinos y torturadores franquistas, algunos de ellos fundadores del actual Partido Popular. Pero es que, como decía, a veces en la vida, en las familias, en los grupos de amigos, toca tragar, para poder preservar su unión. Los negociadores de la amnistía han ejercido una razón de orden político: perdonar a los autores del uno de octubre, en aras de la actual convivencia, y puede que de una futura justicia en la que Cataluña sea reconocida como una nación ya sea dentro o fuera de nuestro Estado. Eso lo dejo a la contingencia del futuro.