A Volapié

Los bancos y los beneficios extraordinarios

En algunos medios y partidos políticos son frecuentes las críticas a los beneficios de los bancos. Suelen decir que son excesivos y por eso proponen penalizarlos fiscalmente, e incluso a veces nacionalizarlos. Lo del banco público es otra de sus ocurrencias.

Una banca sana y rentable es fundamental para el buen funcionamiento de la economía. La cuestión es, ¿ganan mucho los bancos?.

A título de ejemplo, el Banco Santander ganó unos 9.000 millones en 2022 y tanto al gobierno como a los críticos les ha parecido mucho. Sin embargo, incluso, podría ser poco. ¿Cómo podemos enfocar esta cuestión?

Debemos hacerlo calculando la rentabilidad sobre el capital o ROE. Esta es la única forma objetiva de saber si gana mucho o poco. En 2022, el ROE del Santander alcanzó el 11,4% mientras que algunos de sus competidores españoles generan entre el 7 y el 15%. La rentabilidad del Santander es solamente aceptable a la luz de los números, está por debajo de su mejor competencia y remunera su capital apenas moderadamente. El mínimo necesario para el desarrollo sano y solvente de un banco es el 10%. Podemos entonces afirmar objetivamente que sus beneficios no son elevados.

Es necesario que la banca gane suficientemente en los años de bonanza para fortalecer su balance y su capital, de manera que pueda soportar los malos resultados de los años de crisis. ¿Y cuánto es suficiente? La respuesta a esto es un ROE superior al 12%. Lo de “beneficios extraordinarios” es algo subjetivo pero en todo caso esto se podría decir de rentabilidades por encima del 16/17%.

Por definición un impuesto extraordinario a la banca me parece arbitrario e injustificado pues ya pagan el impuesto de sociedades y cuanto más ganen, más pagaran. En todo caso, de hacerse, debería estar condicionado a que la rentabilidad sobre el capital supere al menos el 16%. Y además, debería aplicarse sobre el beneficio neto y no sobre el margen de intereses y comisiones. 

Desde 2014 hasta 2022, los tipos de interés han estado cerca del 0% o por debajo. Esto ha perjudicado gravemente a los márgenes de la banca. El ROE del Santander ha fluctuado durante esos años entre el 3% y el 8%, lo cual es claramente insuficiente. Ahora resulta que en 2022 y 2023 vuelve a ganar lo que solía, es decir, el 11%, y entonces el gobierno adopta una postura radical y se inventa unos beneficios extraordinarios que no existen. 

En cuanto a la idea de la extrema izquierda de nacionalizar la banca o de crear un banco público, hay que recordar que los bancos públicos siempre pierden dinero y necesitan ser recapitalizados todos los años mediante los impuestos del contribuyente. Pierden dinero porque los gobiernos y partidos nombran gerentes que les son afectos y que no suelen usar criterios económico-financieros para la toma de decisiones, sino políticos, ideológicos y partidistas. La quiebra está pues asegurada.

Cuando hace unos años hubo que inyectar unas decenas de millardos en el sistema financiero, ese dinero no fue principalmente a los bancos, sino a las caja de ahorro. Como entidades semipúblicas, estaban dirigidas por políticos, sindicalistas y otros personajes no capacitados. Estos “directivos” generaron grandes pérdidas que repercutieron en la desaparición de las cajas, siendo el contribuyente el que pagó la fiesta. 

Parte de la sociedad, desconocedora y manipulada, clamaba contra los bancos en vez de hacerlo contra los políticos responsables del hundimiento de las cajas. Es el caso de Narcis Serra, Miguel Sanz, JP Hernández Moltó o Miguel Blesa.

Dicho esto, la banca, como todo el mundo, no se libra de críticas. Durante los años de los tipos negativos han tenido que buscar otras fuentes de ingresos como las comisiones. En algunos casos, ciertas comisiones han sido abusivas y de alguna manera pueden serlo también ciertos contratos de adhesión. También han vendido productos a quien no debían y no podemos olvidar los casos de aquellos directivos que habiendo cosechado pésimos resultados en la dirección de entidades han sido despedidos o jubilados con indemnizaciones millonarias. 

Todo esto y más, puede y debe criticarse pero, objetivamente, no se puede afirmar que la banca gana demasiado, que tiene beneficios caídos del cielo. Rentabilidades del 12 al 15% son completamente normales y no se pueden calificar de extraordinarias. 

En 2008, Santander cotizaba a 6e* mientras que ahora cotiza a 3,4e*. El precio medio de la última década es 3,75e*. Ha sido pues una década perdida debido a su baja rentabilidad. No tiene lógica castigar fiscalmente a un banco que cada vez vale menos solo porque durante dos años ha generado una rentabilidad apenas aceptable, después de ocho años de beneficios reducidos.

Una nación, si quiere prosperar, tiene que tener una banca rentable, sana, bien gestionada y gravada fiscalmente de forma razonable y moderada. El impuesto extraordinario a la banca es un abuso  arbitrario que de una forma u otra repercutirá en el ciudadano ya que le prestarán menos y más caro.

* ajustado por dividendos y splits,