Ciencia, periodismo y política

Doping

Ha tiempo me invitaron a dar una charla sobre el doping en la ‘Fundación Atlético de Madrid’ que presidía mi admirado Enrique Collar. Presenté un artículo recién publicado en el New England Journal of Medicine a propósito de la apertura de los archivos de la Stasi donde se desvelaban detalles del ‘doping de Estado’ en la RDA. La conclusión era que diferentes atletas y nadadores, particularmente mujeres, habían mejorado sus marcas sin un particular detrimento de la salud. ‘El doping funciona’, concluí ante la sorpresa del auditorio. Me regalaron un reloj barato con el escudo del Atleti que usé durante tiempo por simpatía al club, pero nunca volvieron a invitarme. 

Ya saben que vivimos en el mundo ‘woke’, o sea, de la mentira, donde hablar en nombre de la ciencia resulta inadecuado. Si se te ocurre decir que Lance Armstrong, el siete veces ganador del Tour, era un ciclista extraordinario, serás cancelado, de la misma forma que si cuestionas los éxitos de Perico Delgado o Miguel Induráin (a fecha de hoy, todavía Greg Lemond reclama el Tour del 91 que según él le ganó Miguelón con malas artes). Peor será que sostengas que los anabolizantes y la eritropoyetina dan excelentes resultados en términos de salud y deportivos, si se manejan adecuadamente. La farmacología es una ciencia, no una herramienta al servicio de la política. 

Sobre el doping planea una gran confusión. Partamos del caso de Tom Simpson, el ciclista británico que cayó fulminado subiendo el Mount Ventoux. Este corredor se había dopado con anfetaminas, lo cual fue un disparate, nada que ver con el doping moderno. Marco Pantani, ‘el Pirata’, abusaba de la cocaína, que fue lo que le llevó a la muerte. Ben Johnson, el corredor canadiense de 100 metro lisos, abusaba de los anabolizantes, le pillaron y le descalificaron, pero por ahí sigue en excelente estado de salud a sus 62 años. Como se desveló en su momento, Carl Lewis, a quien hemos visto sonriente en París, también utilizó anabolizantes si bien se consideró que era ‘un banco demasiado grande’ para que dejarlo caer. 

El problema de las drogas y el doping son en realidad uno solo: responde al mal uso de los medicamentos, generalmente por ignorancia. Dado que esta es endémica hemos recurrido a un método drástico, la prohibición absoluta. Dado que la ignorancia no puede prohibirse, quizás sea la solución menos mala.