Sobre Héroes y Tumbas

Especies de espacios (o tiempos fuera del tiempo)

Enrique Pérez-Riesco
photo_camera Enrique Pérez-Riesco

Cada vez que miro la antología de José Hierro que descansa desde hace meses en mi mesilla de noche, el poeta madrileño me mira desafiante, y yo le respondo que pronto, pronto leeré sus poemas. Pero ese pronto se ha ido dilatando ya demasiado. Tanto, que a veces pienso que nunca llegará ese día. En ocasiones así, me gustaría poder refugiarme en algún lugar durante un tiempo indefinido, donde poder abordar las lecturas que tengo pendientes y escribir todo aquello que desearía escribir. Hacer como Rilke en el castillo de su amiga la princesa Marie von Thurn escribiendo sus elegías de Duino. Por desgracia eso es del todo imposible. Soy amigo de un par de princesas, pero ni ellas tienen castillos donde alojarme ni yo dispongo de un año para escribir sobre los ángeles y las limitaciones de la condición humana (aunque me gustaría, vaya si me gustaría).

¿Refugiarme en los sueños? Pessoa en más de una ocasión se refirió a los sueños no como algo externo a nuestras vidas sino como una parte complementaria de estas, la parte que nos falta. Borges quiso leer en sueños todos aquellos libros que sus ojos ya no le permitían leer. Swedenborg viajó al cielo y al infierno y volvió para cartografiarlos. Cooleridge se puso en la piel del último de los Khanes y nos regaló el inmortal poema: Kubla Khan tras un sueño de opio. Mi abuelo (no menos importante que ninguno de estos personajes), una vez me contó que había hablado en sueños con una prima suya muerta hace años. Que no había envejecido nada de la última vez que la vio y por eso la reconoció. Quiero pensar que es real, que se puede vivir una segunda vida, una vida secreta al margen de nuestra realidad cotidiana. Pero los sueños son demasiado abstractos y caprichosos para mi gusto y, salvo para los cazadores de sueños jázaros y para los genios, son un enigma para el resto de los mortales.

Por suerte, un par de veces al año se nos regala la posibilidad de experimentar cómo serían nuestras vidas si no tuviéramos que dedicar la mayor parte de nuestro tiempo a encargarnos de nuestras obligaciones. Las vacaciones de verano y Navidad son esos tiempos fuera del tiempo para los que podemos hacer grandes planes (que en muchos casos jamás llevaremos a cabo), como si la vida se pausase por unos días. Las vacaciones son la promesa de un tiempo que nos pertenece a nosotros y solo a nosotros. Un tiempo para leer los textos de nuestros amigos, ver películas largas, pasar un rato con la familia, tomar alguna copa de más y escribir artículos como este.