Motores que emocionan

La madre de todas las carreras

Que un espectáculo deportivo reúna a 329.000 espectadores es algo a lo que ni siquiera el fútbol puede llegar, como tampoco hay evento alguno que se retransmita por televisión durante 24 horas ininterrumpidas.

Y eso que el público asistente ha tenido que desembolsar más de 100 € por su entrada, procurarse un alojamiento y, en su inmensa mayoría, acometer un largo viaje. Pero a todos ellos les merece la pena el esfuerzo. Y en 2024, mucho más, sobre todo a los españoles, visto como se han desarrollado los acontecimientos. A los ingleses esto les da igual, acuden inexorablemente en peregrinación año tras año, la mayoría al volante de carísimos supercoches o deportivos de época que aparcan junto a sus minúsculas tiendas de campaña. Contraste convertido en tradición desde los años cincuenta.

Hablamos de una carrera de automóviles con ya más de un siglo de historia, disputada en un circuito de 13.626 metros de longitud, conformado en parte por una pista permanente y en una amplia sección por carreteras secundarias de uso ordinario el resto del año, en la que el 85% del tiempo los coches van a fondo, alcanzan velocidades en torno a 350 km/h, interrumpidas por bruscas frenadas, y al que se tarda en dar la vuelta menos de tres minutos y medio.

Su importancia en el desarrollo de la automoción ha sido crucial, pues allí se pudo ver por primera vez competir un coche de tracción delantera (en 1927), o presenciar la primera victoria de otros con frenos de disco (1953), faros halógenos (1962), turbo (1976), motor rotativo (1991), mecánica diésel (2006) o sistema de alimentación híbrido (2012).

El valor de un triunfo aquí es muy superior al obtenido en cualquier campeonato, solo así se explica el empecinamiento de Henry Ford II en ganar a cualquier precio, para lo que no dudó en tratar de comprar Ferrari, la marca a batir. La rotunda negativa de Don Enzo le llevó a destinar un ingente presupuesto para vencerlo, lo que consiguió en cuatro ocasiones.

La grandeza del escenario no solo ha dado para ver a grandes fabricantes imponerse (Porsche con 19 coronas, Audi con 13 y Ferrari con 11 encabezan ese palmarés), sino que la épica también ha encontrado su refugio. Jean Rondeau se convirtió en 1980 en el único que se ha impuesto con su propio coche, construido con los limitados medios de un emprendedor, obsesionado con la carrera que vio desde niño a las puertas de casa, y a Pierre Levegh le faltó en 1952 solo una hora para vencer tras pilotar sin relevos.

En un espectáculo de esta magnitud, todo es a lo grande, hasta las desgracias, ya que fue escenario del mayor accidente en la historia de las competiciones del motor, ocurrido en 1955, con más de 80 fallecidos y la consecuencia de la retirada de las carreras de Mercedes, que no quiso saber nada más de los circuitos en las siguientes tres décadas.    

En 2024 se ha presenciado una fantástica lucha, con 41 cambios de líder, 8 coches de 4 marcas distintas disputando el liderato y con una de las más ajustadas diferencias finales que se recuerdan. Además, la gloria se la ha llevado el coche en el que corría Miguel Molina, tercer español que logra imponerse.

¡Ah!, se me olvidaba. Estamos hablando de las 24 horas de Le Mans, la más grande de las competiciones del motor, la del récord de máxima velocidad en pista (407 km/h en 1988 del WM-P88), la que inmortalizó Steve McQueen en su mítica película de 1970 y la que conforma, junto a las 500 Millas de Indianápolis y el GP de Mónaco, la triple corona del motor, que a la fecha solo tiene un poseedor, el británico Graham Hill, y un pretendiente, Fernando Alonso, al que únicamente le falta la victoria en EEUU, perseguida sin éxito. Si tienen ocasión de presenciarla, no duden.