Reflexiones Australes

Maduro y Cabello se ríen del mundo

Andrés Montero J.
photo_camera Andrés Montero J.

Venezuela sigue en plena crisis humanitaria, política y económica. Los días pasan y nada nuevo sucede que pueda cambiar las cosas. Maduro y Cabello ganan tiempo y millones de venezolanos siguen perseguidos y silenciados por pensar distinto. Una gran mayoría quiere que los criminales y corruptos dejen el poder y respeten la decisión de una abrumadora mayoría. No les ha bastado que 8 millones de venezolanos hayan dejado su país. Los cubanos que han dejado la isla han esperado 66 años y la dictadura castrista sigue vigente. 

Europa preocupada de los juegos olímpicos de París, de la guerra de Ucrania y España entre el prófugo Puigdemont y los ilegales que la invaden por el mar. En el otro lado del mundo, en territorios conquistados otrora por España, la muerte, el secuestro y la persecución agobian a un pueblo entero. Los presidentes de México, Brasil y Colombia hablan y hablan pero no se comprometen. Cuba, en silencio, celebra el triunfo de su método represivo. Cada día que pasa, se consolida la dictadura de Maduro. Es probable que pronto invada Guyana y se apropie de un extenso y rico territorio. La OEA no consiguió nada, ni la ONU -el ente progre superior- y tampoco las gestiones oficiosas de burócratas multilaterales. 

Si Maduro no cae luego, una nueva ola de emigrantes dejará Venezuela afectando a países receptores como Colombia, Ecuador, Perú y Chile. Por Bolivia solo pasan a Chile, permitidos por los gobernantes socios de Maduro. Se dice que Estados Unidos intenta convencer a Maduro y Cabello que dejen el país a cambio de amnistía y dinero. Nada de eso sucederá, pues los militares vinculados a Maduro son muchos y están bien sobornados. Cómo ya lo he dicho antes, solo una guerra interna permitiría la libertad del pueblo venezolano. 

Irán, China y Rusia acompañan a prudente distancia a la dictadura chavista. Corina Machado y Edmundo Gonzáles temen por su vida y los colectivos chavistas matan y secuestran impunemente de día y de noche. Es muy triste que no se avizore solución alguna en un país rico, cuyo pueblo no merece el drama que se prolonga y que pareciera eternizarse.