El Jardín del Edén

Nada te turbe, nada te espante

El día siguiente al 4 de octubre de 1582, que pasó a ser el 15 de octubre por los azares de una reforma del calendario que el Concilio de Trento había decidido llevar a cabo para ajustar las fechas de celebración de la Pascua, Teresa de Cepeda y Ahumada moría en Alba de Tormes. Teresa -Santa Teresa para los amigos- fue una de esas grandes mujeres españolas, ahora silenciadas, que no nos podemos permitir olvidar.

Desde joven me capturó una poesía que compuso y de la que me aprendí de memoria su comienzo:

Nada te turbe

Nada te espante

Todo se pasa

Dios no se muda.

La paciencia, todo lo alcanza

Quien a Dios tiene

Nada le falta

Sólo Dios basta.

Muchas veces a lo largo de mi vida, y esta época es una de ellas, me he encontrado desgranando sus versos que me han ido mostrando poco a poco su sabiduría y su retranca. Lo siento por Bernini y por su magnífica escultura del éxtasis de Santa Teresa, no me transmite los mismos sentimientos que su poema.

Decir que vivimos tiempos convulsos es un lugar común, decir que pasamos por momentos difíciles en la vida lo es aún más. Cada uno sabe los suyos y los exorcismos que utiliza para dar luz a sus sombras. En mi caso, lo que me resulta particularmente difícil es encontrar la serenidad y el valor desde los que plantearme cómo superar esos escollos con que la vida nos bendice y nos vuelve personas; y los versos de mi amiga Teresa me ayudan a ello. Es por eso que me atrevo a ofrecerlos a quien quiera escucharlos: a mí me funcionan.

Uno de mis amigos, que presume de ateo, me dice que él considera que el estoicismo le ayuda a mantener su dignidad. Su lema: soporta y renuncia. No solamente lo respeto, sino que creo estar parcialmente de acuerdo con el comentario del inspirado por Séneca. Reflexionando sobre esto, encuentro que mi amiga nos deja un auténtico concentrado de estoicismo en sus versos, que es tal vez lo que les confiere su atractivo: no te dejes arrastrar por los detalles ni por la ansiedad del momento, céntrate en lo fundamental; pero con humanidad, sin abandonar la esperanza.

Soportar y renunciar estoicamente nos devuelve el control, pero la esperanza nos devuelve la humanidad: Sólo Dios basta. 

Felicidades a las Teresas.