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Napoleón y Josefina, ávidos coleccionistas de arte

Pilar Corredoira
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Ridley Scott acaba de presentar en España el film “Napoleón” que vendrá a engrosar la numerosa lista de películas que a lo largo de la historia del cine han recreado la vida de uno de los personajes más controvertidos del siglo XIX. También su figura fue recordada hace dos años por medio de una ambiciosa exposición en la Grande Halle de la Villete de París, cuando se cumplía el bicentenario de su muerte en el destierro, en la isla de Santa Elena. Diferentes objetos excepcionales de su cercanía, pinturas, esculturas, mobiliario o piezas militares,  ayudaron a crear un escenario certero para entender con mayor precisión su universo. En la biografía de Napoleón de tantas luces como sombras, destacan sus orígenes, la llegada al poder como gran estratega militar republicano, durante la Revolución Francesa y el Directorio; las  campañas en los Países Bajos, Alemania, Italia, norte de África y España; la entronización como emperador y otros aspectos de su personalidad como el desmesurado afán por la trascendencia que personificó a través del arte, del que se sirvió para acuñar su poderosa imagen. La mejor versión la ha dado su pintor de cámara Jacques Louis David (1748-1825), en las obras “Napoleón cruzando los Alpes”(1801) y “Retrato de Napoleón en su gabinete de trabajo” (1812). No sería el único artista que se ocupó de inmortalizarlo; lo harían igualmente, Pierre Narcise Guerin, Jean-Baptiste Isabey, Antoine -Jean Gros, ilustrando a modo de crónica, momentos destacados de sus expediciones militares. 

Bonaparte justificaba los saqueos efectuados a los países vencidos poniendo como pretexto la conveniencia de concentrar en la capital de Francia un patrimonio europeo, unificado para disposición del pueblo. Sin embargo, una gran parte de los tesoros requisados pasarían, a su ámbito privado; los disfrutó sobre todo Josefina de Beauharnais-Bonaparte (1763-1814), ávida coleccionista de pintura, joyas, tejidos orientales, gemas preciosas e interesada especialmente por la escultura de su tiempo. El italiano Antonio Canova fue uno de los artistas de su predilección junto a Charles Percier y Pierre-François-Leonard Fontaine, los arquitectos estrella de la era napoleónica, encargados de trazar el Arco de Triunfo del Carrusel de París, la decoración del Château de Malmaison, o las escenografías de los actos más relevantes. Ferviente entusiasta de la escultura de raíces clásicas, su pasión por las artes, antigüedades, mobiliario, botánica, harán que llegue a contar con una gran colección, de cientos de obras,  mosaicos, vasos griegos, estatuas antiguas de Pompeya y Herculano, cuidada e inventariada  por conservadores de prestigio. Atesoró una considerable cantidad de pinturas, dibujos y miniaturas de otras etapas de la historia y se le ha reconocido cercanía y amistad  con aquellos artistas de su tiempo que gozaban de su preferencia. El gusto por la pintura se extiende más allá del neoclasicismo imperante y para sus retratos recurrirá al encargo. Andrea Appiani, Antoine-Jean Gros y Pierre-Paul Prud´hon la reflejan en todo su esplendor, haciendo gala de su gusto por la moda y los adornos, acuñando su propio estilo el “Imperio”. En “La coronación de Napoleón”, (1805-1808) Jacques Louis David, le otorga un mayor protagonismo en la escena, y esa distinción levantaría entonces suspicacias en su entorno.

En cuanto a los  monumentales botines de guerra expoliados por Napoleón, con la caída del régimen algunas de esas obras, con el tiempo, volvieron a sus lugares de origen. En 1816, Italia recuperó históricas piezas del ingente robo sufrido, entre ellas  el grupo escultórico de “Laocoonte”, “Apolo Belvedere” y obras diversas del Renacimiento, de los pintores Rafael, Tintoretto, Veronese. Y entre las miles de piezas sustraídas al patrimonio español durante la Guerra de la Independencia, se encontraban todo tipo de objetos artísticos, provenientes de conventos, monasterios, colecciones reales o particulares; pinturas de Velázquez, Murillo, Alonso Cano, Francisco Pacheco del Río y Van Dick. Todo un extenso número de obras que no han sido recuperadas en su totalidad.