En medio de la crisis venezolana, la Organización de Estados Americanos OEA, con sede en Washington, no ha sido capaz de aprobar una declaración de condena a la dictadura venezolana. El rechazo a la voluntad popular y la persecución a la prensa y a los líderes de la oposición, no han sido suficientes argumentos como para lograr la mayoría requerida para llevar adelante acciones comunes.
Esta realidad, da cuenta de la decadencia de los organismos multilaterales que no son capaces, incluso en situaciones críticas, de adoptar medidas concretas de condena a dictaduras como Venezuela, Cuba o Nicaragua.
El dictador Maduro ha solicitado la salida de los diplomáticos de 7 países, por considerarlos enemigos, al no haber reconocido a su gobierno. Lo más lamentable para la región, es la indolencia de Brasil, Colombia y México, naciones relevantes en Hispanoamérica. También sorprende el hecho de que el tema de Venezuela está en todas las portadas del mundo, tras el fraude chavista, pero no tiene tanto protagonismo la situación de Cuba y Nicaragua. Estos dos países enfrentan una realidad incluso peor que Venezuela.
Como ya se ha mencionado en otras columnas de opinión, son 3 las dictaduras terribles, a las cuales se debe derrocar. Los demócratas a ultranza seguirán dialogando, mientras los dictadores y sus pandillas seguirán oprimiendo a sus pueblos indefensos. La OEA es financiada por sus miembros y la democracia es parte esencial de la razón de ser del organismo. Resulta indignante que varios países se hayan abstenido en la aprobación de la declaración y otros no hayan estado presentes. Si la OEA no es capaz de generar consenso en casos como el de Venezuela, sería más conveniente que cierre sus puertas y se venda su elegante edificio institucional.
