A Volapié

Pedro, el destructor de mundos

Leyendo acerca de los preocupantes, y probablemente ilegales, pactos de P. Sánchez con la ultra-derecha supremacista catalana, me vino a la mente la cita de Oppenheimer, basada en un texto Hinduista, “me he convertido en la muerte, en el destructor de mundos”.

El maquiavélico presidente del gobierno se ha empeñado en destruir nuestra democracia. Su trabajo debería ser protegerla, defender la constitución, la igualdad entre españoles, la soberanía y la integridad territorial. Sin embargo parece que ha decidido demoler todo esto, debido a su ansia desmedida de poder.

Hay que esforzarse para encontrar, en toda nuestra historia, un gobernante más dañino y amoral que P. Sánchez. Rivaliza con Fernando VII, que empezó como “el deseado” y terminó como “el rey felón”, rey nefasto y criminal.

Pienso en el ambicioso Don Rodrigo, sucesor de Witiza y uno de los destructores de la España Visigoda, al traer la discordia y la división que permitió al Islam dominar y oprimir gran parte de la península ibérica durante siglos.

Compite con el infausto duque de Lerma, el valido de Felipe III, corrupto ladrón e incapaz, que tanto trabajó para engrandecerse a costa de España.

En cuanto al sangriento siglo XX, entre otros muchos, podemos mencionar a Largo Caballero, el Lenin Español y a Franco. Largo no aceptó el resultado de las urnas cuando ganó la Ceda de Gil Robles, e inmediatamente se puso a conspirar para derribar la república e imponer la dictadura del proletariado, al precio de incontables vidas. Lo mismo pasó con Franco y sus excesos represivos e idéntica falta de democracia. 

En el siglo XXI, como olvidar a R. Zapatero, el peor presidente de la España democrática. Hundió la economía, dañó gravemente las finanzas públicas, disparó la pobreza hasta niveles récord y, entre otros males, puso las bases para que la cuestión catalana se convirtiera en el cáncer que es hoy. Un presidente que fue capaz de soltar en la ONU aquel ridículo, “la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento” o aquella terrible e insensata frase, “España es un concepto discutible y discutido”. Esto lo podría decir un separatista crecido en la ignorancia y el odio sectario, pero nunca el presidente del gobierno de España. 

Con todos estos “campeones de la locura” (*) compite P. Sánchez, el destructor. Se ha empeñado en destruir España demoliendo la democracia y la separación de poderes, poniendo en peligro la soberanía nacional, creando ciudadanos de primera y de segunda, así como poniendo las bases de la ruina generalizada. Si lo pactado con los separatistas se lleva a cabo, la España actual dejará de ser viable. Todo esto nos aleja cada vez más de la UE en todas las cuestiones relevantes para una democracia y nos pone en la senda de las repúblicas populistas Iberoamericanas. 

Y todo esto, solo por no pactar con el PP. El pueblo ha votado en su mayoría al PP y al PSOE, hemos escogido moderación, y él ha optado por el extremismo, y ha entregado la nación a cuatro golpistas rebeldes.

No ha conseguido nada para España, ha negociado en beneficio propio, nos ha vendido a cambio de poder seguir en la poltrona un poco más. Parece creer que todo lo que está a su derecha es ultra, de manera que prefiere pactar con separatistas, ex-terroristas y rebeldes fugados de la justicia, en vez de hacerlo con el PP.

Una de las más antiguas naciones de Occidente está siendo sacrificada a cambio de apenas cuatro años de poder. En Alemania Merkel pactó con el SPD cuando hizo falta. Obviamente el SPD no es el PSOE, el SPD es socialdemócrata, es moderado, tiene visión de estado y no se le ocurre poner en duda su propia nación. 

A P. Sánchez se le ha puesto cara de tirano. Trabaja incesantemente para perpetuarse en el poder a costa de la supervivencia de España. 

Si hubiera justicia, acabaría en la cárcel muy probablemente. Tristemente la justicia no es lo que pensaba Sócrates, sino más bien algo parecido a la idea de Trasímaco, es decir, lo que conviene al más fuerte. 

Necesitamos a alguien que nos salve de este nuevo tirano, en sentido figurado, un Brutus, un Harmodio o Aristogitón. ¿Podría ser García-Page nuestro hombre?, ojalá, aunque lo dudo.



 

(*) recomiendo la lectura del libro de Bárbara W. Tuchman, “The march of folly, from Troy to Vietnam”