Caviar Político

Pregúntaselo a Le Pen

Isaac Hernandez
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La percepción pública hacia la política y los políticos está en un punto crítico. Los resultados electorales recientes en España, Galicia, Cataluña, Europa y en estos días en Francia, no son capaces de explicar lo que está ocurriendo. Cuando crees que entiendes lo ocurrido en un territorio, te aparece un vendaval de sorpresas en otro escenario electoral.

La confianza en los gobernantes se ha visto erosionada por años de promesas incumplidas, corrupción y falta de empatía hacia los ciudadanos. Este deterioro de la credibilidad ha llevado a una creciente desconfianza y hasta hostilidad hacia los líderes políticos, teniendo que recurrir algunos de ellos a cartas para la reflexión o ‘me gusta la fruta’ para mantener el pulso de la comunicación política en los medios.

¿Críticas merecidas? Seguramente, debido a décadas de mala gestión, una desinformación sin parangón y una necesidad imperiosa de contentar a los míos, cueste lo que cueste. Hoy, más que nunca, la gente necesita líderes que sean transparentes y auténticos, capaces de inspirar confianza y respeto en un entorno electoral muy diferente al del pasado, marcado por la descentralización de la información y por hacer una lectura objetiva de lo que dan las urnas, ¡Pónganse de acuerdo! Y acepten los resultados.

Hace unos años, un grupo de YouTubers en México realizó un experimento preguntando a la gente qué pensaban al escuchar la palabra "político". Las respuestas fueron mayoritariamente negativas, lo que evidencia la pérdida de prestigio de la política. Sin embargo, la política sigue siendo esencial para la democracia. La constante desilusión con los políticos se debe también a la falta de resultados, a la poca presencia de beneficios tangibles y a la percepción de que los líderes están más interesados en su propio beneficio político que en el bienestar público. Esta desconexión ha sido exacerbada por la falta de autocrítica y el voto duro, que apoya incondicionalmente a los partidos independientemente de sus acciones.

Estamos en la era política donde es más importante la forma que el fondo, donde el cómo se dice le ha ganado la partida al qué se ha dicho.

A finales del siglo pasado y principios de este, la irrupción de nuevos partidos políticos prometía una regeneración política, aquellas aparentes murallas contra la casta, aparentes. Sin embargo, esa esperanza se ha desvanecido, y la mala imagen de los políticos se ha extendido a estos nuevos actores, ya no podemos echar solo la culpa a Felipes y José Marías, ya no hay bipartidismo al que culpar de todos los males. Por todo esto, es crucial reconstruir la confianza del pueblo en sus líderes. Para cambiar la percepción negativa, es fundamental que los políticos se conviertan en personas más accesibles y transparentes. Deben utilizar las redes sociales y otros medios digitales no solo para informar, sino para interactuar genuinamente con los ciudadanos. La comunicación política debe ser auténtica y centrada en el ciudadano. Hablar más del tú que del yo aunque pueda parecer una utopía.

La psicología política afortunadamente está ganando terreno, destacando la necesidad de entender las percepciones y emociones de los votantes. Como auguraba Max Weber, uno de los padres de la sociología y la ciencia política moderna, cuando hablaba en una de sus obras aquello de utilizar la política como vocación y no como una única profesión, poniendo en valor las principales características y cualidades del político profesional moderno. Una personalidad pública debería tener una vida económica y social estable antes de dedicarse a la vida pública, para evitar conflictos de intereses y asegurar que su motivación no sea la subsistencia a costa de un cargo en la política.

Las acciones y hechos concretos son ahora los únicos argumentos válidos para recuperar la confianza pública. Cuatro de cada cinco noticias que se producen en internet son falsas. El marketing político debe ser usado de manera ética y efectiva, con un equipo de trabajo competente que gestione la comunicación de manera honesta. 

Para restaurar la imagen de la política, es vital que los políticos se comporten como ciudadanos antes que como “supuestos líderes”, siendo auténticos y sinceros en su comunicación y acciones. La demagogia y los discursos vacíos ya no tienen cabida; es tiempo de mostrar resultados reales y un verdadero compromiso con el bienestar del pueblo, que está por ver y si no que se lo digan a Macron o, mejor, pregúntaselo a Marine Le Pen.

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