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La salud, ¿derecho o deber?

Pocos conceptos se han tratado de definir con mayor dificultad que el de ‘salud’. Me quedo con una definición del cirujano francés Renée Leriche: «La salud es la vida en el silencio de los órganos». Plantearé mi reflexión desde dos premisas que no son muy populares:

  • Una persona sana es un enfermo sin diagnosticar.
  • Somos responsables de nuestra salud.

Durante mi experiencia como médico-residente en La Paz, en la rotación por Medicina Interna, me llevé una formidable sorpresa: la gran mayoría de pacientes ingresados lo estaban por enfermedades auto infligidas. Cirrosis hepática alcohólica, enfermedad pulmonar obstructiva tabáquica, diabetes causada por obesidad, ictus por la suma de las tres causas anteriores, etc. Como anécdota, llegué a ver algunos pacientes envenenados por sus parejas. Naturalmente que también había vasculitis o tumores a los que no se podía adjudicar ninguna de las anteriores causas. Sin embargo, lo que más me impresionó (hice la Residencia en los años 80), fueron las víctimas de la heroína, jóvenes todos incluyendo amigos míos. Nunca olvidaré cuando estando en Urgencias me tocó atender a un paciente por una sobredosis, resultó ser un compañero que era el pediatra de mi hijo recién nacido.

Tiene uno que recurrir a las bien fundadas teorías de Robert Sapolsky sobre la falta de ‘libre albedrío’ para aceptar lo que acabo de describir, aunque haya puesto como premisa de mi reflexión que somos responsables de nuestra salud. Quiero entender que una inmensa mayoría de la población española conoce el efecto deletéreo sobre la salud de las drogas, el alcohol en exceso, el tabaco y la falta de ejercicio físico. 

Uno de los problemas de nuestra medicina asistencial es poner mucho más énfasis en el tratamiento que en la prevención. Imaginemos un paciente de 50 años fumador, bebedor y obeso que acude a su Médico de Atención Primaria por un resfriado. Le hacen una analítica, le toman la tensión arterial y constatan que todos los parámetros están en los límites correctos. El médico le recomienda modificar sus hábitos de vida pero por el momento no le considera enfermo y no instaura ningún tratamiento. El paciente se vanagloria de estar ‘sano’ con sus amigos mientras se toman unas cervezas. Lo cierto es que esa persona ya está enferma, como aprendí trabajando con el cardiólogo Valentí Fuster sus arterias ya están dañadas aunque esas lesiones no se manifiesten todavía clínicamente, es decir, a ese paciente ya hay que empezar a tratarle. Dicho de otra forma, para que se entienda mejor, si esperamos a que ese paciente tenga la tensión arterial y el colesterol elevados, cuando empecemos a tratarle farmacológicamente el daño vascular ya estará hecho. Además, al hacerle saber al paciente que ‘ya’ está enfermo. quizás le sirva de aliciente para cambiar su hábito de vida. 

En resumen, siendo indiscutible que hay un derecho a la salud, sin responsabilidad y sin una actitud preventiva, la enfermedad invalidante continuará siendo epidémica a partir de ciertas edades.