Cruce de ideas

Si quieres, puedes

El mensaje es simple y motivador, te hace ver que todo depende de ti, es individualista, solo tienes que querer hacerlo, para poder lograrlo. Te hablan de que conlleva un sacrificio, pero es un peaje que merece la pena pagar, porque al otro lado de la valla, sí o sí, está tu recompensa, tu meta, tu objetivo. Se llenan la boca con ejemplos poco realistas de cómo levantándote a las cuatro de la mañana, sin ninguna duda lograrás lo que te propongas; si no lo logras, la culpa es tuya, eres un despojo humano que no está en el lugar que quiere y debería querer; porque esa es otra, el éxito es el mismo para todos, generar “x” cantidad de dinero y atiborrarte de cosas materiales carísimas para demostrar lo exitoso que eres, y por supuesto, tener un físico concreto, según unos cánones de belleza establecidos por la propia sociedad (destacar aquí, que, en lugares como la India no se registra la existencia de trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia). No se concibe el éxito desde una perspectiva distinta a la aquí expuesta, lo que primariamente ya es un sesgo, el éxito para mí puede residir en poder disfrutar de mi familia, de mis mascotas, de mis amigos, de mi tierra, de un buen libro, de una buena película y por supuesto de buena música; pero nos hacen creer que eso no es éxito y que no puedes conformarte con ello. Supongamos que nos creemos ese mensaje, que si quiero ser una persona exitosa tengo que lograr lo que me están vendiendo, pero entonces, por qué si yo quiero, ¿no puedo?

Desde la perspectiva tan actual del coaching, mal entendido fuera del campo de la psicología, se vende la idea de que el locus de control es interno, los factores ambientales, sociales, familiares, genéticos… no tienen ningún peso desde esta postura, simplemente se centra en el papel activador de la motivación o fuerza de la voluntad, dando por sentado que esta es estable y se mantiene el tiempo. Nada que ver con la realidad, por supuesto. 

Partimos de la base de que nuestro ambiente nos moldea, y que existen una gran cantidad de factores que se escapan de nuestro control sobre los que no podemos ejercer ningún tipo de cambio como por ejemplo el clima; y, sin embargo, existen otra buena cantidad de situaciones que no dependiendo de nosotros enteramente, podemos influir sobre ello, como por ejemplo los pensamientos de los demás sobre nosotros, la conducta de los demás hacia nosotros, y el resultado final de un acto propio. ¿Por qué es importante diferenciar esto? Porque no podemos creernos lo que nos venden actualmente, sobre todo a través de redes sociales, de que todo depende de ti y que, si tú quieres, lograrás lo que quieras; pero tampoco sería positivo caer en la perspectiva de que nada depende de mi entonces no me movilizo, y soy una víctima de las consecuencias que la vida elija para mí. 

Por mucho que yo pueda influir en los resultados finales de mis actos, no dependen única y exclusivamente de mí, que es algo que intentan meternos en la cabeza una y otra vez, a través de cursos y formaciones tales como “¿cómo ser tu propio jefe?” “sigue estos pasos para ser millonario” …Nada baratos, por cierto.

 Y esto es así, ya que existen miles de factores que modifican este supuesto resultado. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en los recientes juegos olímpicos, dónde atletas han dado el máximo de sí mismos, y no todos han logrado medallas, sin contar a todos los que, entrenando a un nivel muy elevado durante mucho tiempo, no han conseguido acudir a los mencionados juegos. Y es que tenemos que ser conscientes que en nosotros influyen a nivel emocional, atencional, motivacional y cognitivo, factores ambientales tan cotidianos como la luz solar, los colores, los sonidos, los olores…  Sin entrar a hablar de los factores sociales, demográficos, genéticos, familiares y personales que modelan en gran cantidad nuestro comportamiento y nuestra situación personal. 

Por lo tanto, sería saludable poner un filtro ante la información que se consume, y que estos mensajes totalmente sesgados y simplistas, no acaben haciéndonos daño y desaten la culpa en nosotros, por no ser “capaces” de lograr nuestras metas, sino ser conscientes de una forma objetiva, de que querer, no es poder.