El Osorio y el Madroño

En el vientre del Románico

¿Por qué me atrae tanto el Románico? Tengo amigos ateos a los que les gusta el Románico tanto como a los que son creyentes. ¿Y a usted también le atrae? ¿Y sabría decirme por qué?

Seguro que coincidimos en algunas valoraciones. La arquitectura románica tiene unas proporciones más cercanas al ser humano que otras arquitecturas. Sus portadas, ventanas, capiteles y canecillos son elementos artísticos muy atractivos. Sus campanarios señalizan los pueblos en la distancia. Pero sobre todo, el Románico nos permite reencontrarnos con los orígenes de nuestra civilización, porque fue un arte común a todos los reinos cristianos peninsulares antes de asociarse y formar España. 

Suenan las campanas. Me dirijo a la iglesia. La portada es como una boca que me traga y me introduce en una luz oscura y húmeda. 

Al entrar mis pupilas se dilatan para compensar la escasa iluminación de los pies del templo. Las ventanas principales se hallan en el ábside y en el crucero, para alumbrar la zona del altar, que es la más importante. De esta forma, se quiso que los fieles hiciesen un recorrido desde la oscuridad hacia Jesús, que es la luz personificada. 

Me siento en un banco. Me agrada el fresco aroma de las piedras. Sigo preguntándome en qué radica el poderoso atractivo de estas construcciones. Una vez he anotado las respuestas de tipo artístico religioso, me queda la psicología. Usaré el método de las asociaciones, que aprendí estudiando el psicoanálisis. 

¿Con qué podría yo asociar una superficie abovedada, totalmente hecha de piedra, fresca y oscura? ¡Con una cueva! La cueva fue el primer hogar de los seres humanos. Allí nos sentíamos seguros, protegidos de las fieras y de las inclemencias del tiempo. La cueva era el lugar confortable donde aprendimos a organizarnos como sociedad y donde nació el arte, el arte rupestre, y donde surgió la religión, orando a los dioses ante la tenue llama de una lamparilla.

Mis pensamientos se han elevado tanto que puedo ver la iglesia a vista de cigüeña, y percibo una forma familiar. La iglesia tiene forma de cruz, de cruz latina, y la cruz no deja de ser una forma antropomórfica. Esta cruz latina tiene en su centro un cimborrio o una cúpula. Tenemos una figura humana tendida, con los brazos abiertos y con un abultamiento en su centro, ¿qué es? Iglesia y cruz son términos femeninos, y el bulto…¡una mujer embarazada! Cuando estábamos en el vientre de nuestra madre éramos dichosos, en un ambiente sombrío pero muy confortable, con todas las necesidades cubiertas. Luego nos entró la curiosidad de ver lo que había fuera y nacimos, y en el alumbramiento conocimos la luz. Este caminar de la penumbra a la luz es el que realizamos al entrar en la iglesia, en la santa madre iglesia. Allí dentro volvemos a ser el feto que se instala en la cúpula materna. Las trompas, las pechinas, son formas netamente femeninas. Y una vez alumbrados, una vez renacidos, recuperada nuestra paz interior, salimos a que nos deslumbre el sol ardiente de la vida.