Novela por entregas

¡CHIHUAHUA! Entrega XLIX

portada chihuahua  -Miguel Mosquera Paans
photo_camera portada chihuahua -Miguel Mosquera Paans

Rojas regresó cabizbajo a su escritorio para acabar de tomar la declaración. Aquello atufaba a chanchullo a cien kilómetros a la redonda. Estaba claro que su superior quería zanjar el asunto, no importa si por la presión del presidente municipal o por encubrir a alguien. Pero desde luego no por aquella pobre madre desmoralizada a quien sólo podría consolar mintiéndole vilmente acerca de poner todo el empeño en devolverle a su niña. 

Por idéntico motivo tampoco sería incapaz de dar conforto a su hermana en la pugna por encontrar a su sobrina. Guerrero había dicho su última palabra. No obstante, por un momento pensó que él no había dado la suya. Como fuera daría con el culpable, obligándolo a pagar por sus crímenes y acabando para siempre con su trayectoria criminal. Por las buenas o por las malas, con la ley en la mano o a espaldas de ella, pero ya eran demasiados asesinatos como para hacer ojos ciegos. Si hundía su carrera o perdía la placa ya poco importaba. Al menos tendría la satisfacción de dar consuelo a las familias que aguardaban todas las noches con una lamparilla encendida el retorno de las ausentes.

Cuando terminó de recoger el testimonio de aquella desconsolada madre, Rojas se marchó a su casa. Había sido un turno infernal. Cada día le costaba más soportar la corruptela e indolencia de su superior.

Apenas salía al exterior de la comisaría cuando vio pasar un todoterrerno rojo a poca velocidad. Como llevaba la ventanilla bajada pudo identificar con claridad al conductor. 

Emiliano se encendió de ira: reconocería a aquel miserable donde fuera. Con absoluta seguridad se trataba de Benito Pérez López, el responsable de la desaparición de su sobrina y quién sabe de cuántas infelices más.

Cierto que, bien mirado, presentaba una piel notoriamente más oscura y el cabello mucho más claro que cuando compareció en jefatura para denunciar la desaparición de su criada, pero tenía la certeza de que era él. Probablemente se habría tostado en algún solárium y teñido el pelo, cambiando de imagen para despistar a la policía. Esos camuflajes eran muy comunes entre asesinos que modificaban de aspecto para engañar más fácilmente a sus víctimas. 

Le ponía enfermo la sola idea de que permaneciera en libertad buscando a la siguiente mártir, recorriendo las calles a su antojo mientras un inocente ocupaba su puesto en prisión.

En un acto reflejo tomó nota de la placa al pasar el automóvil, como un dato más que en algún momento pudiera serle de utilidad. Convencido de que de un modo u otro acabaría por pararle los pies, Rojas se fue al bar Kentucky a tomarse una Negra Modelo para saciar la sed, y otras siete más para ahogar sus penas.

* * * * *

Beny estacionó el automóvil en el garaje y, con premura, colocó meticulosamente el traje ceremonial en una bolsa para subirla a casa, guardando todo bajo llave. Se sentía nervioso y confundido. Le asaltaban dudas fundadas sobre su preparación para asumir la vocación que lo movía, mientras por otro lado su cabeza no paraba de dar vueltas sobre el futuro que le aguardaría si aquella desgraciada llegaba a sobrevivir.

Abatido decidió acercarse al Kentucky a tomar unas cuantas cervezas para coger algo de valor y serenidad. Sopesó que eso es precisamente lo que le faltó hacer para arroparse de coraje sobrado antes de iniciar la batalla, evitando así tan estrepitoso papelón. Tomando nota de esta nueva consideración, se duchó para sacudirse de encima el polvo del desierto que lo cubría, y ya refrescado se encaminó al bar a meditar.

Al entrar se sentó justo al lado de un hombre con aspecto de polizonte al que parecía haberle pasado un camión de alcohol por encima. Aquel parroquiano insolente se puso hecho una fiera al verlo repanchingado a su lado, pero tenía una cogorza tan monumental que fue incapaz de articular un solo sonido inteligible.

Palpando la chaqueta, daba la sensación de buscar algo mientras señalaba al indiano con un dedo que cualquiera hubiera considerado amenazador, de no temblar como un junco y tambalearse como si bajo los pies un terremoto de intensidad siete en la escala de Richter lo zarandeara de un lado al otro de la barra.

Cuando en medio del vaivén consiguió al fin extraer de la funda su arma reglamentaria apuntando al techo por estirar completamente el brazo, Rojas accionó sin darse cuenta el seguro del cargador que cayó desperdigando todas las balas por el suelo.

El encargado del establecimiento se deshacía en disculpas ante la clientela mientras a voz en grito conminaba al peligroso incordio a abandonar el local, quien se resistía sin que nadie atinara a comprender qué narices decía.

El camarero intervino en la disputa agarrando al beodo por el cuello de la chaqueta y, sin más contemplaciones, de un puntapié lo lanzó a la calle para regresar a su puesto tras la barra limpiándose las manos con un par de palmadas. Incrédulo, Rojas se vio tendido sobre la acera. Levantándose como pudo se sacudió el polvo de la ropa, tratando de anotar en un renglón derecho de su bloc el apunte: “Pérez, cabrón”, y procurando mantener la compostura se marchó a su casa trastabillando, mascullando un montón de insultos e imprecaciones que atañían directamente al indiano.

* * * * *

Chavo se había tomado un receso en la vigilancia de su hermano. Convencido de que Poncho estaba en casa, meditaba sobre lo que para él había sido tan desconcertante puesta en escena. No dejaba de preguntarse qué carajo hacía vestido de mujer, concluyendo que sería alguna de las típicas excentricidades de la gente de su condición. 

Encogido de hombros pasó a un asunto más práctico y doméstico. Tres días antes había visto a una hermosa maquiladora saliendo de una fábrica, dejándolo completamente prendado. Movido por su empuje intentó sin éxito abordarla, encariñándose aún más con ella. A pesar del rechazo sabía que acabaría siendo suya. Su experiencia le decía que por las buenas o por las malas, aquella dulce presa no se le iba a escapar sin chingarla primero.

Continuará...

Más en Novela por entregas