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Los colores de la Roja

¡Aúpa la Roja! La selección española se creó en 1920, hace más de cien años, para representar a España en los Juegos Olímpicos de Amberes.  Desde sus inicios adoptó el color rojo para su camiseta que mudó a blanca durante la Guerra Civil, se tiñó de azul con el triunfo del franquismo y recobró su color original en 1947 gracias al General Moscardó, de aquellas Delegado Nacional de Deportes, que dejó el azul como segunda equipación.

La selección siempre ha sido la Roja por aclamación popular. Comenzó siendo La Furia Española para los periódicos holandeses hasta que un periodista italiano acuñó el término de Furia Rossa. Y, como casi todas las cosas, por abreviación se quedó en la Roja para todos. Ni haciendo un casting el nombre le sienta mejor. La roja como el color es pasión, sangre, coraje, fuerza y energía. Todo eso y mucho más. Una selección que no estaba entre las favoritas, pero que poco a poco a base de fuerza y tesón fue escalando posiciones hasta ganar la Eurocopa. Ni alemanes, ni ingleses, ni franceses pudieron con ellos. Los hemos pasado a todos por babor con Cucurella y Nico Williams y por estribor con Carvajal y Yamal. Desde el gol de Iniesta en 2010 no había vuelto a ver por la carretera a coches y camiones con la bandera de España.  

No fue fácil. En la fase de grupos nos tocó el “grupo de la muerte”, Croacia e Italia. La parca no nos tocó. Resultado: los ganamos. Tres a cero frente a Croacia y uno a cero frente a Italia y, después, ganamos a Albania. En octavos vencimos con un cuatro uno a Georgia. En cuartos ganamos dos a uno a Alemania. El mismo resultado que en la semifinal frente a Francia. Y en la final, ¡madre mía!, nos la jugamos hasta los últimos minutos sin respirar, para ganar dos a uno a Inglaterra en otro partido de infarto. Y, a todo esto, una vez y otra y hasta siete veces, al principio por megafonía y al final cantando a capela venga a oír el himno nacional. “La la la la lalalalalalala la la lá la lá (…)" Pena que no tenga letra para cantarlo a pleno pulmón.

La cuarta copa nos la han traído veintiséis jugadores que, si a nivel colectivo lo han bordado, a nivel individual han hecho bodoques a dos agujas. A los resultados me remito. Rodri, el mejor jugador del torneo y del partido contra Georgia. Dani Olmo el máximo goleador y el mejor contra Alemania. Nico Williams el mejor jugador de la final y contra Italia. Ferrán el mejor jugador contra Albania. Fabián el mejor frente a Croacia, y Lamine Yamal premio al futbolista más joven además de al mejor en nuestra semifinal, entre otras jugadas, por el golazo que marcó ante Francia. En resumen, siete españoles MVP (jugador más valorado) en los siete partidos jugados. El resto p’a los demás. A mí me encantó el buen hacer de Navas, el más veterano del equipo, sin dejar a Carvajal. Todos y cada uno de nuestros jugadores estuvieron de diez. Y qué decir de Luis De la Fuente, bien merecido tuvo el manteo que le dieron sus jugadores. Impecable, calculador en los cambios. Con autoridad.  

España es el país que más veces ha ganado la Eurocopa. En 1964 contra la Unión Soviética con un gol de Marcelino. En 2008 contra Alemania en Viena y en 2012 contra Italia en Kiev. Ahora habrá que recordar en la final los goles de Nico Williams y  Oyarzabal. Y si me permiten, señalo por mi cuenta a los guardianes de la red Unai Simón y un Dani Olmo que salvó el partido con un formidable cabezazo guardando las espaldas al alavés. Soy consciente de que no cuento nada nuevo, pero ¿no es fantástico recordarlo?  Jugaron de cine, si hasta Armando Otegui sin poder ocultar su rabia por el triunfo de la Roja "No es mi selección, no es mi Rey..." ha felicitado a su manera a Oyarzabal “si me cruzo por Donostia con Mikel Oyarzabal, no me pienso cortar ni un pelo: le felicitaré por ese gol que tanto se merecía, le felicitaré por ser un gran jugador en el campo y no ser un casposo fuera. Y, además, le desearé lo mejor: que llegue a capitán de la selección vasca”.

Citas a un lado, que hubo varias, lo mejor fue ver la pasión con la que todos los jugadores defendieron a la Roja. Chavales que juegan en equipos de dentro y fuera de España y representan a casi todas las Comunidades Autónomas: Cataluña, Andalucía, País Vasco, Navarra, Aragón, Madrid, jugando al compás, pasando el balón, organizando el juego, marcando y parando goles al ritmo que marcó Morata sin que ninguno jugara de estrella por encima de los demás. Todos juntos. Cohesionados. Todos a una para triunfar. Como en el Fuenteovejuna del Siglo de Oro de Español, con Lope de Vega dejando el testigo del libreto a Luis de la Fuente, un riojano que lleva en su palmarés ser el entrenador que ha ganado la Eurocopa en tres categorías distintas (sub-19, sub-21 y absoluta).  

Y por si el juego y los triunfos no nos tuvieran en las nubes escuchado a los angelitos cantar: “Soy español, español, español”, van los jugadores y dirigiéndose a la pérfida Albión cantan a voz en grito ¡Gibraltar es español! Y los aficionados les siguen coreando a viva voz ¡es español!, como si el mismísimo Claudio Sánchez Albornoz los jaleara cuando dijo “si hay un español que no se avergüence de decir que España no debe reclamar Gibraltar, ya me avergüenzo yo por él”. 

A lo que iba, la Roja nos ha dado una lección de humildad y de coraje. Pero también, y eso es lo más importante, de unidad, cohesión y respeto a los orígenes de cada cual. No había más que ver al orgulloso padre de Yamal repartir abrazos a diestro y siniestro u oír a un jovencísimo peluquero presumir de haber cortado el pelo un día antes de la final a Lamine Yamal, Nico Williams y Fermín López para ayudarles a marcar un gol y ganar la final. 

¿Puede haber algo más bonito? Apuesto a que no. 

Maribel Barreiro
Es jurista y escritora

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