Al hilo de las tablas

Felipe Zapico: el Juncal leonés

El fin de semana pasado, la ciudad de León volvió a acudir puntualmente a su cita taurina anual, celebrando la feria de San Juan con dos festejos mayores; el sábado día 22 corrida de toros y el domingo día 23 con un festejo de rejones. Figuras de ambos escalafones se anunciaron y triunfaron en la plaza de toros de El Parque; rebautizada como “León Arena”. Pero esta feria ha tenido un significativo aliciente, al homenajear al inefable torero Leonés Felipe Zapico Diez, en el setenta y cinco aniversario de su presentación en la vieja plaza de toros de la ciudad norteña. Bien sabemos todos los aficionados que la famosa serie Juncal, no está basada en ninguna fabulosa ficción, es la esencia del toreo que se encarna en personas como este leonés que ya saltó el muro de las 9 décadas de vida, cuya elegancia torera traspasará los límites de su existencia terrena. A la torería de Felipe no le ha podido ni el tiempo ni nada. El toro es su vida, se ha movido en todos sus terrenos: capa, novillero, banderillero, empresario, cronista taurino, también fundador y presidente del club taurino leonés… y hasta padre de un matador de toros. Así para, templa y manda, a lo ancho y sobre todo a lo largo de su vida. Con trazos prolongados y profundos.

Durante décadas Felipe dio toros en las fiestas de su entorno leonés, actividad que compaginaba con su incondicional oficio artístico de banderillero, 35 años en los ruedos, formando parte de las cuadrillas de Marcos de Celis, El Regio, El Norteño, Manolo Sánchez (Padre), toda la familia de los Luguillano y de muchos toreros que fueron surgiendo en la ancha Castilla y el reino de León, de manera prioritaria. 

El maestro Zapico- él si es merecedor de este adjetivo, ahora que se utiliza de forma desproporcionada- nunca pasa desapercibido; su distinguido porte, siempre vestido con prendas elegantes, con pañuelo al cuello, y singulares sombreros a la cabeza; apoyado en la graciosa empuñadura de su bastón, no permite pensar que no estás delante de un torero. Sus ademanes, su don de gentes y su capacidad de dar siempre en el clavo, lo ratifican. Por eso, mi enhorabuena a la ciudad de León y a sus aficionados por tener un Juncal de carne y hueso – y sobre todo alma- entre sus vecinos. Mi enhorabuena a los promotores de la iniciativa de honrar a quien tanto lo merece; y mi más entrañable felicitación a quien, con tanta majeza y donosura, rompe paseíllo cada día, en el difícil ruedo de la vida: Felipe Zapico. 

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