Entre la ley y la honestidad

Sócrates y el respeto a la ley como principio rector de la vida

Sócrates y el respeto a la ley como principio rector de la vida - Diego García Paz
photo_camera Sócrates y el respeto a la ley como principio rector de la vida - Diego García Paz

Sócrates (470 - 399 a.C.) es reconocido como el pensador de mayor influencia en la filosofía de la Grecia clásica, tanto por sus propias aportaciones, como por la determinante base intelectual que constituyó en sus discípulos.

La concepción del Derecho en Sócrates tiene una especial relevancia, pues este pensador llevó su concepto de la ley (y por extensión del principio de legalidad) a su propia vida, predicando con el ejemplo. Es sabido que Sócrates fue juzgado e injustamente condenado a muerte, pena que acató sin resistencia. El hecho probado por el que se le condenó fue el enseñar a la sociedad a ser crítica, a pensar a través de dialéctica y mayéutica, lo que fue derivado al cargo de “corromper a la juventud”.

La ley en Sócrates es el fundamento indiscutible de la convivencia. Absolutamente nadie se encuentra por encima de ella. De modo que su aplicación responde a la plasmación de las garantías fundamentales que permiten la vida en sociedad. Se trata de un concepto de ley como norma perfecta en sí misma, indiscutible en toda su extensión y contenidos. 

El problema de la injusticia no procede, para Sócrates, de la ley o del ordenamiento jurídico de una forma apriorística; no existe diferencia entre lo legal y lo legítimo, pues la norma democrática siempre es legítima, esto es, existe una identidad entre el Derecho Natural (la ética, la moral social) y el Derecho Positivo, de modo que las leyes nacidas en el seno de la democracia adquieren un estatus de perfección. La injusticia tiene lugar entonces, según Sócrates, con la aplicación de las normas, es decir, en el momento en el que se produce la intervención (por otro lado, siempre necesaria) del razonamiento humano, mediante la interpretación y argumentación jurídica.

Así pues, cabe la posibilidad de que los razonamientos humanos que conlleven a subsumir una acción o un hecho en una norma jurídica no sean acertados, bien por error o bien de una forma intencionada, siendo esa tarea argumentativa la causante de trasladar los efectos de una norma a un hecho que no los merece, o la responsable auténtica de la situación contraria, esto es: la búsqueda de la forma de no aplicar la ley, con sus pertinentes efectos, a un caso que sí le corresponde, arropando ese planteamiento ad hoc con una apariencia de razonabilidad y de soporte jurídico; generando el concepto más genuino de injusticia. 

Puede, en efecto, calificarse, por los hombres, una actuación como justa o democrática de forma meramente semántica, no real; y donde se dice justicia, existir la mayor de las iniquidades; y en lugar de democracia, la más firme dictadura. Sócrates enseñó a pensar, a criticar, a no asumir como verdad absoluta aquello que se afirma desde el poder, y fue castigado por ello, asumiendo ética y ejemplarmente las consecuencias, para poner aún más de manifiesto la realidad encubierta tras ese proceder. 

Este resultado, como se comprende, no deriva de la ley, sino de su aplicación concreta, por lo que la injusticia es, en definitiva, obra humana, no fruto inmediato de la norma. Las leyes auténticamente democráticas nunca serán injustas (pues con los debidos procedimientos se amoldarán a la ética social, tarde o temprano) como sí pueden serlo los quehaceres humanos, entre los que se encuentra la misma aplicación del Derecho Positivo. Este es el motivo por el que Sócrates escogió la muerte antes que quebrantar la norma, que le fue aplicada a través de una argumentación, no siendo la causante de la injusticia la misma ley, sino la interpretación que de ella se hizo para aplicarle en todo caso la pena que preveía, forzando el encaje para acabar con su vida. Por esta razón, uno de los legados de Sócrates es enseñar a reflexionar sobre las consecuencias de la actividad humana respecto de la propia ley; residenciando los problemas, la injusticia, no ya en la ley, sino en los hombres y en sus intereses. 

“No hagas nada que sea vergonzoso, ni en presencia de nadie ni en secreto. Sea tu primera ley: respetarte a ti mismo.”

“Prefiero morir habiendo hablado a mi manera, que hablar a tu manera y vivir.”

“Cuatro características corresponden al juez: escuchar de manera cortés, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.”

"Es mejor sufrir una injusticia que cometerla, ya que quien la comete se transforma en injusto, pero el otro, no"

Diego García Paz
Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid.
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Filósofo y escritor.

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