El Ososrio y el Madroño

El cielo de Madrid

“Pues si el invierno y el verano
en Madrid solo son buenos,
desde la cuna a Madrid
y desde Madrid al cielo”

Con esta estrofa termina el “Entremés y baile del invierno y el verano” publicado por Luis Quiñones de Benavente en 1657. Quiñones fue el primero que puso por escrito el célebre refrán: ¡De Madrid al cielo!

Quiñones se refería seguramente al clima seco madrileño, bueno para restablecerse de las enfermedades respiratorias y reumáticas, y también a los límpidos cielos de la villa y corte, donde el Cierzo guadarrameño pasaba su fregona de cirros con frecuencia. Quiñones juega con las palabras cuando dice que, en Madrid, en invierno hay flores y en verano nieve helada, aludiendo en realidad a las flores de masa frita y a los ricos helados y granizados que aquí se fabricaban. 

Pero el refrán no solo apunta al clima y a las delicias que se pueden degustar en la corte, sino a las posibilidades de lograr el éxito personal, de triunfar. “Desde la cuna, a Madrid”, o sea, desde los pueblos y las provincias de los que procedían casi todos los madrileños, hacia el cielo, es decir, hacia el triunfo. El cielo, en una sociedad profundamente religiosa, era la meta, y por tanto, el cielo era la ansiada felicidad. 

Una leyenda moderna de autor desconocido dice así: “Cuando un madrileño muere, su alma vuela hasta el cerro de Garabitas (el cerro más alto de la Casa de Campo). Allí espera a que lleguen las almas de los otros madrileños que han muerto en esa fecha. Cuando termina el día, las almas comienzan a subir al cielo formando espirales luminosas. Una vez en el cielo, su mayor preocupación es seguir disfrutando de Madrid, por eso hacen un agujero en la bóveda celeste y desde allí contemplan la ciudad” Esta leyenda coincide con el refrán:

“De Madrid al cielo, y allí un agujerito para verlo”

En honor a la verdad, no todos los que llegaron a Madrid buscando el cielo lo encontraron. Muchos cambiaron la humilde vida del campo por la pobreza de los arrabales urbanos. Tampoco el cielo de Madrid fue siempre limpio, de hecho, en el último medio siglo ha estado bastante contaminado, y hoy llegan a Madrid con cierta frecuencia las arenas polvorientas del Sahara. 

Hace dos siglos, alguien al que no le fue muy bien, compuso una copla que decía:

“De Madrid al cielo,
porque es notorio
que al cielo va quien sale
del purgatorio”*

*Esta coplilla aparece reflejada en el libro “Madrid por fuera” de Antonio de Trueba, en el año 1878.