La mirada global

Madrid, víctima de su tiempo

En los últimos tiempos son habituales las noticias que hacen referencia a la dificultad de vivir en la ciudad. Los altos precios de la vivienda, la contaminación, el ritmo de vida desenfrenado o el prolongado tiempo para recorrer el simple y necesario trayecto entre casa y el trabajo llenan los medios de comunicación de titulares dramáticos. 

Bien es cierto que habitar lugares más grandes siempre fue causa de problemáticas superiores a la de los pequeños, pero en la actualidad esta circunstancia se ha multiplicado consiguiendo que el día a día en las urbes sea ciertamente insostenible. En esta tesitura las metrópolis mas importantes como es el caso de Madrid ganan todavía un mayor protagonismo siendo necesario estudiar en profundidad su situación para lograr soluciones rápidas y eficaces. 

La capital española lleva años creciendo de forma sostenida. Aunque tuvo periodos de intensas migraciones desde otros puntos de España, sobre todo a mediados del siglo XX, los aumentos se han ido consolidando durante décadas conformando una ciudad que traspasa en la actualidad sus límites naturales. Imán de inversiones internacionales, cuna de grandes nombres de la literatura, el cine o la música, así como vector español y extranjero del ocio y el empleo más atractivos, Madrid ha ido ganando peso en nuestro país, en detrimento de una Barcelona olímpica otrora más apetecible. Ya no es ese anticuado centro administrativo o la entrañable villa y corte de ambiente juvenil palpitante y a la vez folclórico más propio de la Transición. 

Hoy es una de las ciudades más relevantes de Europa en términos turísticos, económicos y políticos. Un nodo de comunicaciones privilegiado entre América, Asia y el continente europeo que, pese a su éxito creciente, comienza a mostrar ya evidentes signos de erosión. Toda moneda tiene su cara y su revés. Y pese a que algunos viven instalados en la autocomplacencia, sobre todo en clave política, el modelo de consumo urbano al por mayor se halla próximo a caducar. 

Parece que la bella postal promocional ha terminado por condenar a los madrileños, nacidos o no, nunca importó el pedigrí territorial por estos lares, a vivir sometidos a una endiablada máquina de hacer dinero que beneficia a una bien posicionada minoría, pero no al común. Raro es el día que no te arrasa una masa sedienta de monumentos, restaurantes o fiesta, o no te suben el alquiler muy por encima de lo estipulado, o incluso no te facilitan una solitaria cerveza en un bar por no coincidir con los horarios del público visitante. 

La marca Madrid es positiva, ya que la capital cuenta con suficientes alicientes para ser visitada y generar beneficios, pero es necesario cuanto antes implementar una política ambiciosa y consensuada entre agentes políticos y económicos locales, que atienda a las necesidades de los vecinos. No se trata de que no vengan y no puedan quedarse, pues un gran porcentaje lo hicimos antes como el zaragozano de Madrid que escribe esta reflexión. Sí de articular políticas que posibiliten extender los beneficios a todo el núcleo urbano, dando ventajas a pequeños emprendedores, generando empleo en los barrios o mediante impuestos que redunden en mejores servicios públicos. También, asimismo, de limitar los inconvenientes, con una sólida regulación de alquileres, control de apartamentos turísticos y mayor eliminación de ruidos y suciedad en horarios y zonas residenciales, entre otras medidas. 

No es un proceso fácil. Requiere de tiempo, estrategia, iniciativa y lucidez. Pero merece la pena iniciarlo cuanto antes para prevenir una escalada que nos condene a experimentar la misma pesadilla que sufren desde hace años Venecia, Amsterdam o la antes citada Barcelona.