Crónicas de nuestro tiempo

El miedo como terapia de justicia y convivencia

"El miedo", ha sido y es un sentimiento fundamental para el desarrollo y la protección de las civilizaciones; de la sociedad; de los seres humanos en particular, y un instinto necesario para defender a los nuestros.

"El miedo", es un proceso cognitivo imprescindible para el equilibrio del orden, la justicia y seguridad, porque solo sintiéndonos vulnerables buscaremos soluciones y el amparo de quienes nos protegen, limitando nuestros instintos, nuestra anarquía y nuestro comportamiento (.!.) castigando nuestras transgresiones con lo que conocemos como la ley, que en el mundo animal resulta ser el  ataque o la huida como debió ser con nuestros antepasados neandertales hasta la llegada del homo sapiens; quién comenzando a pensar descubrió la defensa para atenuar el miedo.

"El miedo", debería ser lo que a los políticos les condicionase para no ser malvados, injustos, prevaricadores, corruptos, etc.

Cuanto más miedo a la justicia, la venganza o la indefensión tenga un individuo, mayor será el grado de ponderación y equilibrio en sus decisiones. Pongamos unos ejemplos propios para entender la trascendencia y el propósito.

Cuando Marlaska era juez se caracterizó por la lucha contra el terrorismo de ETA. Primero en el País Vasco y luego en la Audiencia Nacional, cuya Sala de lo Penal presidió hasta ser nombrado vocal del Consejo General del Poder Judicial a propuesta del Partido Popular. 

Afable y con mano de hierro, Grande-Marlaska instruyó numerosas causas contra miembros de ETA. Como magistrado de la Audiencia Nacional adoptó una posición férrea contra el brazo político de la organización terrorista y Batasuna. También instruyó el famoso caso del chivatazo del bar Faisán contra las estructuras de extorsión de ETA. Marlaska recibió reprimendas de sus compañeros por la dureza de su persecución sobre los sospechosos de terrorismo. Forjado en el acoso contra ETA y la izquierda radical abertzale, impuso rigor y justicia en la época de la llamada "socialización del sufrimiento" que culminó con el asesinato de su compañero José  María Lidón, en 2001.

Marlaska supo realizar su trabajo a pesar de las amenazas de muerte que recibió. Se forjó en la adversidad de la incomprensión de su entorno familiar por su condición sexual. Tenia 35 años cuando rompió con su familia por causa de dicha  condición homosexual, con la que no se reconcilió hasta el 2004, en especial con su desaparecida madre, quien segun cuenta él mismo en su libro "Ni pena ni miedo" escrito en el 2016, cuando se entero su madre de la homosexualidad de su hijo, se metió en la cama durante 15 días vestida.

Todo ésto, sirvió para comprometer su carácter al servicio de la ley, por "miedo" a ser tachado de débil por su condición sexual, manteniendo con mano firme rigor ley y orden; lo que perdería más adelante de la mano tendida de Zapatero, Pablo Iglesias, Garzón, Dolores Delgado y alguno más, para que el actor elegido como presidente del gobierno: Pedro Sánchez junto con él ejército de los Lgtbi+q, separatistas, terroristas, comunistas y bolivarianos, le conminasen a pasar de un extremo a otro y tomar venganza contra quienes le obligaron a sentir "miedo" cuando fue coherente.

¿Que ha pasado, para que un admirado profesional de la justicia se haya convertido en un resentido y casi paroxístico ministro del Interior? La respuesta es la pérdida del miedo. 

Durante muchos años, su condición sexual le impuso un sentido de la justicia,  empujandole a demostrar su fortaleza y rigor por encima de cualquier comentario vejatorio (.!.) hasta que con la llegada de Pedro Sánchez, al amparo de políticos y personajes notables, viese iluminado el camino de lo que siempre supuso para él un complejo asolado por las miradas de todos.

¡Por eso "el miedo" es necesario! Y el miedo de Marlaska era ser llamado "Maricón  -como le llamó su compañera de gobierno Dolores Delgado-  o recordado como chapero según cuentan cuando se justifica su odio a la guardia civil". 

Es por ello que se camuflaba con ese rigor que le convirtió en el juez con la estrella que arrebató a Garzón -él otro juez que perdiendo el miedo por el acoso del dictamen del Poder Judicial, se pasó a defender dictadores comunistas, narcos y corruptos, tras echarse de novia a Dolores Delgado, la muy amiga de glorias del daño y enemiga de orden constitucional.

Con Sánchez, Marlaska se sintió libre, sin miedo, para comprometerse con la defensa de los derechos de la comunidad Lgtbi+q de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales y toda esa amalgama de diversidad sexual donde se identifica y ha triunfado sin temor a nadie, como en su propia autobiografía titula, asumiendo también la defensa de los animales para dotarlos de derechos más propios de humanos que de lo que son, pasando de vengador a vendido.

"El miedo", representa la defensa de la integridad del individuo y de quienes confían en él.

"El miedo" entraña responsabilidad, profesionalidad y respeto.

Marlaska, cuando tuvo oportunidad de rescatarse a sí mismo, gracias a la llamada de Sánchez para liderar el Ministerio del Interior, y todos los colectivos marginados, antisociales, resentidos y revolucionarios, el ministro perdió "el miedo" aliándose con todos ellos para vomitar la bilis reprimida en venganza y reproche contra la sociedad; su familia; sus detractores y su propia genética. 

Lo mismo ha pasado con personas de desapercibido o reputado  prestigio como: Margarita Robles, Nadia Calviño, Pedro Sánchez, Pilar Alegría, Pilar Llop, Maria Jesús Montero, Isabel Celaá, Teresa Rivera, Abalos,  Bolaños, José Bono, Carmen Calvo, Reyes Maroto, García-Page, Dolores Delgado, Oscar López, Patxi López, Conde Pumpido, etc., entre muchos más que no tienen miedo porque se sienten bien pagados, seguros y amparados por un gobierno de mayoría, compuesto por secuaces con antecedentes policiales, anti españoles y destructores de la Constitución (.!.) con una hoja de ruta perfectamente perfilada por quienes han acreditado notable experiencia en el desmoronamiento del orden social. Ellos han perdido "el miedo" y con ello la decencia que gozaban.

"El miedo" es fundamental en el ser humano porque refuerza la moral, protege la justicia y condiciona nuestros instintos.