Anécdotas literarias de Madrid

Eduardo Lustonó escritor, periodista y amigo de Gustavo Adolfo Bécquer

Eduardo Lustonó
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Eduardo Lustonó y Peláez había nacido en el año 1849 y murió en la villa de Madrid en la primavera de 1906 (mismo año en que murió el poeta Manuel del Palacio).

Era miembro de una familia de periodistas que había regentado durante muchos años “El Diario Mercantil de Málaga”. Fue Poeta, escritor y periodista bohemio y muy ácido, que solía firmar con el seudónimo “Albillo”. Dejó un gran número de obras escritas, tanto en verso como en prosa. Fue un autor mordaz que hubo de rendir cuentas ante la justicia en más de una ocasión por meterse en camisas de once varas. Sufrió incluso un destierro durante cuatro años que pasó en Barcelona, como consecuencia de una querella presentada por el director de “El Imparcial”. Aprovechó ese tiempo en Cataluña para colaborar en diversos proyectos literarios y culturales. Regresó a Madrid en el año 1886. Fue amigo y editor de Gustavo Adolfo Bécquer y amigo de su hermano Valeriano. Colaboró con varias publicaciones de su tiempo y llegó a ser redactor de “La Filoxera” (revista satírica que tuvo dos etapas,  1878 a 1881 y una segunda, muy breve, a partir de 1884. Colaboró también en  “La Viña”; “De Fígaro”; “Los Madriles” y en “Blanco y Negro”. Fueron muy conocidas y comentadas sus reveladoras sátiras en las que daba cuenta de sucesos y personajes de su entorno, a los que, a veces, trataba de modo despiadado. En el año 1889 fue ingresado en el manicomio del famoso psiquiatra José María Esquerdo, y por una acuciante falta de recursos económicos llegó a anunciarse una colecta para sufragar los gastos de su ingreso y tratamiento. Lustonó fue autor de decenas de obras literarias. Algunas de ellas, tuvieron títulos como: “El quitapesares”; “Por el agujero”: disparate cómico en un acto y en prosa; “Mi mujer me engaña”: comedia en un acto y en prosa; “Basta de suegros”: comedia en un acto y en prosa; “Sustos y enredos”: zarzuela en tres actos; “Cancionero de amores”; “El Hazmerreir” o “Lo que vale un cura”.

 En Madrid fue también cofundador del semanario “El Fisgón”, del semanario “Las Disciplinas” y de “La Correspondencia Literaria”. Todos ellos tuvieron corta vida.

Asiduo en las tertulias literarias que se celebraban, cuando estaba concluyendo el siglo XIX y comenzaba el XX, en el Café de Pombo y en el Café de la Iberia, que estuvo en una primera etapa en La Carrera de San Jerónimo y que después fue trasladado a los bajos del palacio del Marqués de Santiago en una esquina de la que se llamó calle Lobo hasta 1888 y que desde entonces se llama calle de Echegaray.  En algunas de esas tertulias solía coincidir con escritores y poetas como Manuel del Palacio, Echegaray, Eduardo Saco, Moreno Godino, José Rodríguez Carracido, Jesús Cencillo o el catalán afincado en Madrid Víctor Balaguer.

Llegó a recibir la Encomienda Ordinaria de Isabel la Católica cuando era redactor de “Los Debates”.

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